Estado
de bienestar y valor del miedo (2 min.)
por Juan B Lorenzo de Membiela
Ante
ello, desarrollamos estrategias para sobrevivir,
entre algunas, las emociones y, dentro de ellas, las llamadas «
básicas »: el miedo y el
temor. Las compartimos con otros animales, su constitución está genéticamente
estructurada desplegando mecanismos de alarma o de protección en caso de
peligro inminente y ante la simple posibilidad (Vass, 2002:56).
Es Jakob
Burckhardt en su lección « Suerte
y desgracia en la historia mundial», quien declara « que la
historia natural presenta (…) una lucha angustiosa por la existencia;
(…) desde el origen de los pueblos y de la historia humana ».
Pero no solamente
es algo antiguo, está vigente porque obliga a adaptarse al
ritmo de las cosas y a situarse en el escenario social de cada
tiempo (Capdequí, 2012:217). Es
decir, impide que el hombre no responda a nuevos desafíos que pueden
comprometer su supervivencia.
Al
miedo y a la cobardía se debe que el hombre mantenga esa
añagaza para crear sociedades y dentro de ellas instituciones, como el Estado,
para protegerse de todo lo que desconoce porque lo que no se conoce,
habitualmente, es perjudicial.
Para Hobbes, en su « Leviatán », el Estado procura defensa, concretamente,
frente a otros hombres. De ello se deduce que el miedo hacia el hombre no
conocido es semejante al temor hacia lo desconocido natural. Y surge una
pregunta: ¿quién puede suponer que lo ignorado es siempre perjudicial
si no quien haya vivido en un medio que le ha sido siempre hostil?
El
pavor es tal que los inhibidores de conducta que impiden matar a un congénere no operan en
la persona como sí en otras especies animales. Konrad Lorenz,
recoge en su libro « Consideraciones sobre las conductas animal y humana
», por ejemplo, cómo un perro macho está imposibilitado para morder a una
hembra o a un cachorro de su especie. O cómo en el combate cuando el perro más
débil exhibe « posturas de sumisión », el más fuerte queda impedido para
morder el cuello del vencido, consecuencia de un conflicto entre la ira y
el mecanismo inhibidor (1974:180-1).
No
es el caso a nosotros aplicable como especie como se documenta a diario en
prensa.
Para Zygmunt
Bauman la variante moderna
de la inseguridad se caracteriza por el miedo a la maldad y a los malhechores
humanos (2007:84).
Impera
la suspicacia hacia los demás y
sus intenciones, incluso se cuestiona la integridad de instituciones que
deben conferir seguridades. Ello genera desconfianza.
Que
la individualidad se haya impuesto en detrimento de lo
comunitario se explica por varias causas. Castells las encuentra en la
supresión de las corporaciones y comunidades, estrechamente unidas,
ya que en el pasado definían reglas de convivencia. Al ser sustituidas por lo
individual, lo imprevisible se hizo presente y con ello toda clase de
cautelas.
Pero
también se explica por el conocimiento y el acceso a la
información que permite ver realidades no muy distorsionadas. Recursos todos
que han prosperado gracias al Estado liberal protector de la persona.
Para
otros autores es causado por una concurrencia de elementos: racionalización,
división del trabajo, especialización laboral, implantación del estado de
bienestar e incremento de la formación (Halman y De Moor, 1994:29).
La
importancia de lo individual en detrimento de lo colectivo hace que los
conceptos « interés general », « justicia social » o « bien común »
entren en crisis. Para Hayek constituyen
abstracciones vacías de sentido porque « ¿hay algo más abstracto que los
individuos a los que aluden, desprovistos de toda dimensión histórica como de
filiación social? »(Teodorov, 2012:104).
Y es
verdad que detrás de este concepto dirigido al desconocido común no hay otro
sujeto que los intereses de unos pocos para imponer sus criterios e intereses a
muchos.
Ha
contribuido también el contenido del Estado de bienestar,
al querer proporcionar seguridades a todos y descargar
responsabilidades y riesgos a los ciudadanos, los ha abocado a una
actitud distendida con la que hemos afrontado esta crisis económica mundial del
siglo XXI.
Como
resultado un resurgimiento de miedos que olvidamos a cambio de consumismo.
Lo postmoderno que involucra a la democracia (Inglehart, 1994:66) como una de sus
elementos entra en crisis…
El
individualismo y su insolidaridad -
por la desconfianza- no pueden ofrecer alternativas si no es mediante su
conversión a otro paradigma ético. Quizás producto necesario de
una evolución que de paso a lo más apto, se despoje de lo fracasado,
abrazando lo auténtico del hombre que es su dignidad (vid. Strathern, 2004:39 y Megías, 2006:165) .Y es
lo único que puede ofrecer una convivencia sostenible alejado de lo que
Kierkegaard llamó « la
importancia del pecado en el mundo»
(2012:113).
Hoy
se necesita valor, aquel definido por Séneca: « No
consiste el valor en temer a la vida, sino en hacer frente a los males por
grandes que sean y no volverles la cara y retroceder » (Séneca, Phoen. 190-2).
Que
es reiterado por Vila y Camps en 1776, para
quien:
« […]El verdadero valor se conoce en los peligros que nos amenazan
fuera de las batallas; pues aunque la muerte sea de los objetos más espantosos,
sin embargo, el dolor, el desprecio, la pobreza y otros mil accidentes que no dejan
de tener una apariencia de terror y espanto, son muy capaces de
sorprender la mayor parte de los hombres cuando estos ven que esos males los
envisten y acometen. El valor, pues, consiste en saber resistir a
todos esos peligros[…] » .
Frente a una indolencia nacida del relativismo, surge como remedio un
valor ,esencialmente heroico , para afrontar lo que
los tiempos nos deparan.
Del libro: