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lunes, 27 de diciembre de 2021

Heroísmo o victoria en Trafalgar (apunte)

 Heroísmo o victoria en Trafalgar (apunte)




Apunte de la obra:  «Estudios sobre Trafalgar: Tempestad, Marinos e Imperio » 

de Juan B. Lorenzo de Membiela


Reducir todo enfrentamiento a la simple disyuntiva de vencer o perder es crear un juicio incompleto que no recoge todos los matices, vivencias y he­chos sucedidos. No transmite, además, mensaje alguno que nutra la dimen­sión espiritual de la guerra como entidad moral. El heroísmo también se manifiesta en la derrota quizás con mayor énfasis, pues además del hecho bélico se suma la desolación espiritual.

En los tratados clásicos de guerra, la victoria se evaluaba por el número de prisioneros y cañones capturados. Es un elemento contable, instrumental, de su utilidad frente al enemigo.

Más allá del éxito de las estrategias diseñadas por los Estados Mayores, está la táctica del combate y, algo más allá, los hechos que comprometen al marino: su vida o su integridad corporal o psíquica. Diversas son las secue­las que pueden sufrir y muchas desconocidas y sufridas en la intimidad.

Algunos actos traspasan el límite del deber cruzando el velo de lo sopor­table. Sitúan al hombre, entonces, a merced de la fortuna, al capricho incon­sistente de los hados, que muchas veces son ingratos hasta el punto de pagar con traición los más insignes servicios y sacrificios.

Hablamos de generosidad y hablamos de entrega. No solamente en el fragor de la lucha, también ante una adversidad manifestada en sinuosas cromaticidades que atenazan el ánimo y, a veces, lo destruyen. Si la pri­mera puede producir la muerte física, la segunda puede causar la muerte espiritual.

Quienes soportan y superan estas duras condiciones reciben el calificativo de héroes.

Lo que perdura en el tiempo es la acción humana que alcanza lo su­blime. El acto heroico es el producto más valioso de cualquier contienda porque trasciende al tiempo y penetra el espíritu de las nuevas generaciones construyendo referentes de acción e invitando a la emulación ante la angus­tia de lo definitivo. No importa la victoria o la derrota.

En Trafalgar se produjeron muchas escenas que pueden calificarse de heroicas: por el peligro asumido, por la combatividad ante la superioridad enemiga, por la templanza tras largos días de adversidad… 

Diversas situa­ciones que colocaron al hombre al límite de sus capacidades que es más que el cumplimiento del deber exigido conforme a las ordenanzas.

Y, sin embargo, estos comportamientos no son extraños en la Armada. Ya lo escribió Macías Picavea cuando refiere a los marinos como mártires eternos del deber.


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Estudios sobre Trafalgar: Tempestad, Marinos e Imperio Tapa blanda

viernes, 24 de diciembre de 2021

Nacimiento de Jesús ( relato de A.C. Emmerich)


Nacimiento de Jesús ( relato de A.C. Emmerich)


Período del relato: 24-25 de diciembre.

Año: Cero.

Lugar: Gruta de los pastores. Ciudad de Belén.

Hora de inicio del relato: Anochecer del 24 de diciembre.


El resplandor en torno a la Santísima Virgen se hacía cada vez mayor y ya no se veía la luz de la lámpara que había encendido José. La Santísima Virgen estaba vuelta al Oriente y arrodillada sobre su colcha de dormir, con su amplio vestido (blanco) suelto y extendido en torno a ella.

A las doce de la noche se quedó abstraída en oración; la vi elevarse sobre la Tierra de modo que podía verse el suelo debajo. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho y en torno a ella seguía aumentando el resplandor. Todo estaba entrañablemente y jubilosamente agitado, incluso las cosas inanimadas, la roca del techo, las paredes, el techo y el suelo de la gruta estaba como viva dentro de aquella luz. Entonces ya no vi más el techo de la gruta, y una vía de luz se abrió entre María y lo más alto del Cielo con un resplandor cada vez más alto.

En esta vía de luz apareció un maravilloso movimiento de glorias que se acercaban perceptiblemente en forma de coros de espíritus celestiales.

Pero la Santísima Virgen, que levitaba en éxtasis, rezaba ahora mirando hacia abajo, al suelo, a su Dios en cuya madre se había convertido, que yacía ante ella en el suelo como un fragil recién nacido.

Gruta de Belen. Fuente: Pixabay. Licencia CCO


Vi a Nuestro Salvador como un niño muy pequeño y brillante cuya luz sobrepasaba la del resplandor circundante, acostado en la manta delante de las rodillas de la Santísima Virgen. Para mí era como si fuera muy pequeñito y se fuera haciendo más grande ante mis ojos. Pero todo esto solo era un movimiento del otro resplandor tan grande, que no puedo decir con seguridad cómo lo he visto.

La Santísima Virgen estuvo así extasiada todavía un rato y vi que le puso al niño un paño, pero no lo tomó en brazos ni lo levantó. Al cabo de un largo rato vi que el niño rebullía y lo oí llorar, y entonces fue como si María volviera en sí: levantó al niñito de la alfombra y lo envolvió en el pañal que le había puesto encima y lo sostuvo en brazos junto a su pecho. Luego se sentó y envolvió completamente al niño en su velo: creo que María daba de mamar al Salvador. Entonces vi en torno a ella a ángeles de figura totalmente humana adorandolo  con el rostro en el suelo.

Ya habría pasado más de una hora desde el nacimiento cuando María llamó a José, que todavía estaba en oración. Cuando se acercó, se postró sobre su rostro con fervor, alegría y humidad, y solo se levantó cuando María le pidió varias veces que lo apretara contra su corazón y diera gracias alegremente por el sagrado regalo del Altísimo. Entonces José se incorporó, recibió en sus brazos al niño Jesús y alabó a Dios con lágrimas de gozo.

Entonces la Santísima Virgen envolvió al niño en pañales. En este momento no recuerdo la forma de envolverlo en pañales, sólo sé que uno era rojo, y sobre él una envoltura blanca hasta debajo de los bracitos y otro pañalito más por arriba hasta la cabecita. María solamente tenía cuatro pañales.


Luego vi a María y José sentados en el suelo desnudo con las piernas cruzadas uno junto a otro. No hablaban y parecían sumidos en contemplación. Sobre la alfombra delante de María yacía envuelto como un bebé, Jesús recién nacido, hermoso y radiante como un relámpago.

¡Ay!, pensé, este lugar contiene la salvación del mundo entero y nadie tiene ni la menor idea.

A continuación pusieron al niño en el pesebre, que estaba lleno de juncos y hierbas finas y revestido con una manta que colgaba por los costados. El pesebre estaba encima del abrevadero de piedra que había a la derecha de la entrada de la cueva, donde ésta se ensanchaba hacia mediodía.

Esta parte de la cueva estaba más honda que donde nació Jesús, y el suelo estaba desgastado escalonadamente.

Cuando pusieron al niño en el pesebre, los dos se quedaron de pie a su lado cantando himnos entre lágrimas de alegría.

José puso entonces el lecho y el asiento de la Santísima Virgen al lado del pesebre. Antes y después de nacer Jesús, siempre vi a la Santísima Virgen velada y completamente vestida de blanco. Durante los primeros días la he visto allí, sentada, de rodillas, de pie e incluso adormecida , envuelta y tendida de costado, pero de ningún modo enferma o agotada.

Cuando nació Jesús, vi que los pastores asustados por el aspecto insólito de esa noche maravillosa, estaban de pié delante de sus cabañas, miraban en derredor suyo y consideraban con asombro una luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre. Al principio los pastores estaban atemorizados, pero un ángel apareció delante de ellos y les dijo: “No temáis, porque vengo a anunciaros una gran nueva que causará gozo a todo el pueblo de Israel.

 Hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, que es el Cristo, el Señor. Lo conocerán por éste signo: Hallaréis al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

 Mientras el ángel anunciaba esto, el esplendor crecía más y más en torno suyo y yo vi cinco o siete figuras de ángeles muy bellas y luminosas. Tenían en sus manos como una larga banderita en la cual había algo escrito con letras grandes como la mano y los oí alabar a Dios y cantar: “Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”. 

No vi que los pastores fuesen inmediatamente a la gruta del Pesebre, de la cual distaba más de una legua; sino que los vi deliberar sobre lo que le llevarían al recién nacido y preparar sus presentes con la posible presteza. Ya en la aurora, se dirigieron al pesebre.”


Ana Catalina Emmerich (1774-1824), beatificada por S. Juan Pablo II en 2004.

Aclaración:

Esta narración de Ana Catalina Emmerich corresponde a visiones personales que ella testimonia haber tenido. En la Iglesia estas son llamadas “revelaciones privadas” que según se señala en el Catecismo de la Iglesia Católica… “no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia.” (Catecismo N° 67)


Fuente: Autores Católicos. Revelaciones de Sor Ana Catalina Emmerich.
Mística alemana 1774-1824.
Religiosa agustina .

Fue exclaustrada a la fuerza por la invasión napoleónica.

Sus revelaciones místicas eran tan detalladas que ayudaron a descubrir la casa de la Virgen en Efeso.

lunes, 6 de diciembre de 2021

6 de diciembre de 2021 Dia de la Constitución de España

 

6 de diciembre de 2021 Dia de la Constitución de España

 6 de diciembre de 2021 Dia de la Constitución de España (1978-2021)


                                                      Fuente: Pixabay. Licencia CCO