El hombre gallináceo y la paradoja del «cisne negro» ( 3 min.)
Juan B. Lorenzo de Membiela
La tecnología nos ofrece
nuevos dispositivos que hacen más
cómoda nuestra vida. Y, sin embargo,
desconocemos cómo funcionan. Yo ignoro cómo un Ipad procesa
la información que ofrece o un televisor con la tecnología 4k o Láser
puede reproducir la calidad de imagen que anuncian. Solamente me
preocupo de utilizarlos. Doy por supuesto una parte esencial del dispositivo
que, en realidad, no comprendo.
Y lo uso, suponiendo su inocuidad, su falta de
peligro y admitiendo mi incapacidad
técnica sobre ellos. Este ejemplo cabe
aplicarse a cualquier otro de los muchos campos de la ciencia.
Y reflexionando sobre ello quedo sorprendido
de la muchísima información que damos por supuesta sin ser verificada, ni
comprendida.
Creemos sin saber, sin conocer,
sin comprender.
Es lo más parecido a un acto de
fe pero con la singularidad de que son invenciones del hombre y su tecnología y, por ello,
derivados de su lógica. Pero esto último
lo deduzco, no lo he probado, puesto que no comprendo la tecnología que lo hace
posible. Creo lo que otros me dicen.
Nadie repara ya en este hecho íntimo del aparato y solamente nos fijamos en el
resultado final del producto y las
sensaciones que produce. Hay un riesgo de todo ello: nos hacemos más
vulnerables a los engaños y eso significa que somos más proclives al error.
Por ejemplo, un profano en la materia
no sabrá la diferencia de contar con un vehículo equipado con ABS o sin él. Tampoco sabrá diferenciar
si el vehículo cuenta con el sistema de
frenado BAS o el sistema de tracción TCS o el sistema de control de estabilidad
ESP.
¿Alguien habló de racionalidad y
materialismo del hombre de hoy?
En 1912, Bertrand Rusell, en su obra «Los problemas de la
filosofía» da repuesta a tres preguntas[1]:
a) un pollo que espera ser alimentado cada día supone que le continuarán
alimentando todos los días. b) El pollo está convencido de que los humanos
son afectuosos y c) Nada le hace suponer
que un día le retorcerán el cuello y lo sacrificarán.
Este hecho produjo en Bertrand
Rusell la necesidad de cuestionarse
todas las cosas que damos por sabidas.
La actitud de la gallinácea es
aplicable a nosotros, en parte porque somos cómodos, en parte porque no nos
planteamos otras posibilidades que las ya conocidas y en parte porque
vivimos con el convencimiento de que toda causa produce un efecto.
El escritor libanes Nassim
Nicholas Taleb, autor de la obra «El cisne negro », coincide con Russell, en la
idea de la incapacidad de predecir el
futuro a partir del pasado. Llama «cisne negro » al hecho no esperado, sorpresivo, al que rompe el
efecto de la causa. Se creía que todos los cisnes eran blancos hasta que
alguien descubrió otra variedad de color negro.
En realidad, la idea no es nueva.
La quiebra del principio newtoniano causa-efecto fue detectada por los descubrimientos de la física y de la biología
que fundamentan el comportamiento de inestabilidad limitada o «caos determinista »(Stacey, 1994)[2] . Y con
ella, que toda causa no produce un
efecto o lo produce con exceso.
Edgard Lorenz en los años 60 descubrió la teoría del caos en investigaciones meteorológicas. Hoy, Herman Haken, estudia los efectos que minúsculas irregularidades causan en un sistema abocándolo posteriormente a la incertidumbre.
Ese rechazo inconsciente a lo
inesperado está conectado también al
rechazo de la innovación que rompe
estatus establecidos. No es extraño entonces, que todo lo que suponga
innovación sea examinado minuciosamente.
Como dijo Sloterdijk, la originalidad
no autorizada conduce a una anotación en la hoja de servicios (2007)[3].
Como mucho. A veces ni eso. La fuerza
que irradia todo lo que es creativo
queda reducido a una anécdota. Y hay
muchas anécdotas que encierran mucha sabiduría y que se pierden en el
vacío de la ignorancia. Por no querer plantearse la
paradoja del «cisne negro » .Por no prever circunstancias nos atropellan
rompiendo el confort de la rutina.
[1] Russel,
B., (1991): « Los problemas de la filosofía », Madrid: Labor.
[2] Stacey, R., (1994): «Chaos,
Management and Economics: The Implications of Nonlinear Thinking », Institute of Economic Affairs, London: Hobart
Papers.
[3]
Sloterdijk, P., (2007): «En el mundo interior del capital: para una teoría
filosófica de la globalización », Madrid: Siruela.