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martes, 16 de septiembre de 2014

Valor de miedo ( 2 min.)

 Valor de miedo ( 2 min.)

Juan B. Lorenzo de Membiela

Todo lo importante que sucede en la vida es inesperado porque actuamos como si nada inesperado debiera suceder nunca (Morin, 2008:117). La incertidumbre es algo nuestro, propiamente humano, desde siempre. Hemos evolucionado bajo un caos impuesto por la impredecibilidad de la naturaleza y el tiempo que nos es imposible explorar, sea por  el teorema de Gödel que demuestra matemáticamente  que  nuestro conocimiento está  limitado por principio; sea por el « principio de indeterminación »  de Heisenberg, que prueba la existencia de límites absolutos a la precisión de la medida.

Ante ello, desarrollamos   estrategias para sobrevivir, entre algunas, las emociones y, dentro de ellas, las llamadas « básicas »: el miedo y el temor. Las compartimos con otros animales, su constitución está genéticamente estructurada desplegando mecanismos de alarma o de protección en caso de peligro inminente y ante la simple posibilidad (Vass, 2002:56).

Es Jakob Burckhardt en su lección « Suerte y desgracia en la historia mundial », quien declara   « que la historia natural presenta (…) una lucha angustiosa por la existencia; (…) desde el origen de los pueblos y de la historia humana ». Pero no solamente es algo antiguo, está vigente porque obliga a adaptarse al ritmo de las cosas y a situarse en el escenario social de cada tiempo (Capdequí, 2012:217). Es decir, impide que el hombre no responda a nuevos desafíos que pueden comprometer su supervivencia.

Al miedo y a la cobardía se debe que el hombre mantenga esa añagaza para crear sociedades y dentro de ellas instituciones, como el Estado, para protegerse de todo lo que desconoce porque lo que no se conoce, habitualmente, es perjudicial. Para Hobbes, en su « Leviatán », el Estado procura defensa, concretamente, frente a otros hombres. De ello se deduce que el miedo hacia el hombre no conocido es semejante al temor hacia lo desconocido natural. Y surge una pregunta: ¿quién puede suponer que lo ignorado es siempre perjudicial si no quien haya vivido en un medio que le ha sido siempre hostil?

El pavor es tal que los inhibidores de conducta que impiden matar a un congénere no operan en la persona como sí en otras especies animales. Konrad Lorenz, recoge en su libro  « Consideraciones sobre las conductas animal y humana », por ejemplo, cómo un perro macho está imposibilitado para morder a una hembra o a un cachorro de su especie. O cómo en el combate cuando el perro más débil exhibe « posturas de sumisión », el más fuerte queda impedido para morder el cuello del vencido, consecuencia de un conflicto entre la ira y el mecanismo inhibidor (1974:180-1).

No es el caso a nosotros aplicable como especie como se documenta a diario en prensa.

Para Zygmunt Bauman la variante moderna de la inseguridad se caracteriza por el miedo a la maldad y a los malhechores humanos (2007:84).

Impera la suspicacia hacia los demás y sus intenciones, incluso se cuestiona la integridad de instituciones que deben conferir seguridades. Ello genera desconfianza.

 Que la individualidad se haya impuesto en detrimento de lo comunitario se explica por varias causas. Castell las encuentra en la supresión de las corporaciones y comunidades, estrechamente unidas, ya que en el pasado definían reglas de convivencia. Al ser sustituidas por lo individual, lo imprevisible se hizo presente y con ello toda clase de cautelas.

Pero también se explica por el conocimiento y el acceso a la información que permite ver realidades no muy distorsionadas. Recursos todos que han prosperado gracias al Estado liberal protector de la persona.

Para otros autores es causado por una concurrencia de elementos: racionalización, división del trabajo, especialización laboral, implantación del estado de bienestar e incremento de la formación (Halman y De Moor, 1994:29).

La importancia de lo individual en detrimento de lo colectivo hace que los conceptos « interés general », « justicia social » o « bien común » entren en crisis. Para Hayek constituyen abstracciones vacías de sentido porque « ¿hay algo más abstracto que los individuos a los que aluden, desprovistos de toda dimensión histórica como de filiación social? » (Teodorov, 2012:104). Y es verdad que detrás de este concepto dirigido al desconocido común no hay otro sujeto que los intereses de unos pocos para imponer sus criterios e intereses a muchos.

Ha contribuido también el contenido del  Estado de bienestar, al querer proporcionar seguridades a todos y descargar  responsabilidades y riesgos a los ciudadanos, los ha abocado a una actitud distendida con la que hemos afrontado esta crisis económica mundial del siglo XXI.  Como resultado un resurgimiento de miedos que olvidamos a cambio de consumismo. Lo postmoderno que involucra a la democracia (Inglehart, 1994:66) como una de sus elementos entra en crisis…

El individualismo y su insolidaridad - por la desconfianza- no pueden ofrecer alternativas si no es mediante su conversión a otro paradigma ético. Quizás producto necesario de una evolución que de paso a lo más apto, se despoje de lo fracasado, abrazando lo auténtico del hombre que es su dignidad (vid. Strathern, 2004:39 y Megías, 2006:165) .Y es lo único que puede ofrecer una convivencia sostenible alejado de lo que Kierkegaard llamó « la importancia del pecado en el mundo» (2012:113).

Hoy se necesita valor, aquel definido por Séneca: « No consiste el valor en temer a la vida, sino en hacer frente a los males por grandes que sean y no volverles la cara y retroceder »  (Séneca, Phoen. 190-2).

Que es reiterado por Vila y Camps en 1776, para quien « el verdadero valor se conoce en los peligros que nos amenazan fuera de las batallas; pues aunque la muerte sea de los objetos más espantosos, sin embargo, el dolor, el desprecio, la pobreza y otros mil accidentes que no dejan de tener una apariencia de terror y espanto , son muy capaces de sorprender la mayor parte de los hombres cuando estos ven que esos males los envisten y acometen. El valor, pues, consiste en saber resistir a todos esos peligros » .



Ante una indolencia inducida por un relativismo, surge como remedio un valor de naturaleza casi épica para afrontar lo que los tiempos nos preparan.

Por de pronto ese temor se traduce en insolidaridad hacia  el sufriente. Posiblemente porque cuando naufragan otros nos creemos más seguros...Por extraños sortilegios para rehuir de vacios silentes. Insolidaridad, miedo, subsistencia...Todo es válido para no caer aunque  estemos cayendo.