Algo de alguien tan impropiamente humano.
por
Juan B Lorenzo de Membiela
La destrucción de la autentica
estructura de la civilización europea comenzó en la Gran Guerra, cuando en 1914
y sus consecuencias habían fracturado la fachada del sistema político. De forma
visible fueron expuestos los sufrimientos de más y más personas para quienes,
de repente, dejaron de aplicarse las normas del mundo que les rodeaba.
Se asumió el cinismo y la
hipocresía como reglas sociales. Y originó una desintegración de la vida
política junto a un odio penetrante hacia todos y hacia todo (Arendt,
2011:386-7). De ahí a que el hombre sea sometido, a otros intereses ajenos a su
fin como persona solamente hay una tenue divisoria. De ahí a que el hombre se
vuelva contra sí como implosión de su zozobra solamente hay un instante,
insensato; una fugacidad de momento, que todo lo cambia.
Hoy, con una sociedad que erige como azaña el desprecio a una jerarquía insensible ¿Quién puede esperar alguien de algo… tan
impropiamente humano? La conversión del hombre y, el ya convertido, puede
esperanzar o no. Pero solamente quienes hayan sufrido lo extremo pueden saber
lo que ningún otro ser ha sentido nunca y
entonces percibir el hálito de la sabiduría, que transforma vida y valores.
El post-modernismo y su
insolidaridad no puede ofrecer alternativas si no es mediante su conversión a
otro paradigma ético. Quizás producto
necesario de una evolución que de paso a
lo más apto, se despoje de lo fracasado abrazando lo auténtico del hombre que
es su dignidad (vid. Strathern, 2004:39 y
Megías, 2006:165) .Y es lo único que puede ofrecer una convivencia sostenible
alejado de lo que Kierkegaard llamó «
la importancia del pecado en el mundo » (2012:113).
Rechazo lo descrito por
Bauman para quien estar sin trabajo implica ser prescindible, víctima
del « progreso económico » , progreso que en última instancia se reduce a realizar el
mismo trabajo y alcanzar idénticos resultados pero con menos personal y « costes laborales » inferiores
(Bauman,2007:101). Porque ello destruye la dignidad de la persona y sin ella no hay derechos para el debil , tampoco obligaciones para el fuerte.
Hoy se necesita valor, aquel
definido por Séneca: « No consiste el valor
en temer a la vida, sino en hacer frente a los males por grandes que sean y no
volverles la cara y retroceder » (Séneca, Phoen.
190-2).
Que es reproducido por Vila y
Camps en su obra «
El noble bien educado: instrucción político-moral
» , en 1776, para quien:
«[…] el verdadero valor se conoce en los peligros que nos
amenazan fuera de las batallas; pues aunque la muerte sea de los objetos más
espantosos, sin embargo, el dolor, el desprecio, la pobreza y otros mil
accidentes que no dejan de tener una apariencia de terror y espanto , son muy
capaces de sorprender la mayor parte de los hombres cuando estos ven que esos
males los envisten y acometen. El valor, pues, consiste en saber resistir a
todos esos peligros » .
Hoy, cabe recordar de
nuevo a Jayyam en su cuarteta CXLVII, que con gran belleza nos recuerda lo
importante de la vida:
« Cuando te tambalees bajo el peso del dolor, y cuando agotes el manantial
del llanto,
piensa en las silvestres yerbas que la lluvia como espejo bruñe.
Cuando te exaspere el resplandor del día, y cuando anheles que una noche
eterna se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño ».