Santiago apóstol, patrón de España, desde hace más de 1000 años.
Juan B. Lorenzo de Membiela
Fuente: Wikicommons |
La festividad de Santiago es un día grande para los españoles y para quienes se sientan unidos a la cultura de España en cualquier lugar del mundo: en Asia y en nuestras Filipinas y Marianas, en América, en África, en Europa …
Un modo de proceder, durante siglos, que integró culturas, y evitó diferenciar a las gentes por razón de raza, origen y condición. Esa fue nuestra idiosincrasia alentada por la voluntad firme de la Corona que hizo suya los principios humanistas de la Escuela de Salamanca.
Los hechos quedaron plasmados en los anales de la historia. Esa que no es negociable. Que no admite más interpretaciones que las derivadas de lo que pasó y no pasó, del rigor de los datos, pero no de lo que pudo haber sucedido o de versiones prefabricadas por las máquinas del fango que confunden hechos con emociones personas e íntimas.
Por todos los continentes se dejaron legados de piedra inmunes a la erosión: catedrales, universidades, hospitales, casas de socorro, audiencias, ayuntamientos, mercados y toda una infraestructura urbana y no urbana que precisan las ciudades para proyectarse al futuro.
Las construcciones religiosas no solamente fueron y son centros de devoción, sino también centros sanitarios, de cultura y educación. Toda una civilización fue entregada con sinceridad, y de su éxito nos habla su permanencia en todos los puntos cardinales del mundo.
Nada hubo distinto en los virreinatos o en las antiguas provincias de ultramar de España que no hubiera en la Península, porque en la unidad nada se distingue, nada se relega, nada se cosifica.
Hay que citar en fechas no muy lejanas la vacunación contra la viruela decidida por Carlos IV para inmunizar a todo el imperio. Cosa que a principios del s. XIX fue hecha por la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, dirigida por el médico alicantino Balmis. Desde 1803 a 1806, por mar y por tierra, esta gesta salvó la vida a millones de personas.
Puede comprobarse el agradecimiento de los pueblos que la recibieron, con la construcción de estatuas en honor a Carlos IV. Tanto en México DF como en Manila pueden hoy contemplarse estas efigies como tributo a un monarca que amó a sus gentes.
España, en su tiempo largo de historia, empleando la metodología de Braudel, siempre ha sido así.
La Corona transmite este conjunto de valores que esculpe todo lo bueno que ha supuesto España para los siglos y para el mundo. Una institución secular que promueve la libertad y la protección, para un hoy y para un mañana. Una institución que hace más de 1 000 años adoptó a Santiago como protector y patrón de una nación que tiene una personalidad característica.
En estos tiempos de posverdad, en donde nada parece lo que es y lo que no es, en donde los significados de las palabras se oscurecen a capricho, solo las cosas que florecen en el tiempo ayudan a distinguir lo útil, bueno y propio, de lo falso y extraño.
España siempre ha sido un referente de los valores del Occidente que han producido prosperidad, justicia y paz. Olvidarlos para adoptar otros que prescinden de los referentes, de la personalidad de una civilización, solo pueden producir un hombre distinto, más contingente, más frágil y mucho más solitario.