Aquella productividad y este humanismo (estudio)
por
Juan B Lorenzo de Membiela
Producir con el mínimo
gasto un máximo de beneficios es lo que mide la
productividad. Es la relación entre
insumos consumidos (horas de trabajo, materias primas, dinero,
maquinaria) y la producción obtenida (cantidad y calidad de bienes
y servicios).
La alta productividad en los países genera crecimiento sin
costos, incrementa los beneficios de la empresa y los salarios todos ello sin
producir inflación. (Smith y Pearson, 1988:101). Se eleva el nivel de vida (Mankiw, 2012:536).
La alta productividad en la empresa se
alcanza optimizando su estructura
organizativa y ofreciendo precios más competitivos (Robbins y Coulter, 2000:582).También promoviendo valor añadido a lo que
se fabrica y se vende: calidad y servicios gratuitos al consumidor
por el hecho de la compra.
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La productividad es una
magnitud que comprende la eficacia y la eficiencia (Robbins,
2004:23).Integra el concepto de competitividad en los mercados internacionales
justificando el mejor o peor uso de los factores de producción (cfr.: Tamames, 2006:646).
Su problema es cuantificarla (Miller, 1993:101 y Roach ,1997:C4). Es
más fácil medir la producción en trabajos mecánicos o manufactureros que en
otros en donde la informática, el software, las tecnologías telemáticas
(Robbins y Coulter, 2000:582-3) y factores intangibles incidan directamente.
La prosperidad del Japón
desde 1980 fue motivada por un ascenso en la productividad manufacturera. Entre
1979 y 1986 creció una tasa anual del 5.5%. En ese mismo periodo EEUU creció
solamente un 2.8% interanual. La competitividad de la industria japonesa obligó a la norteamericana a innovar.
La Chrysler Corporation incremento su productividad en un 20%
con cosas tan sencillas como que los operarios de línea de
ensamblaje tomaran café a turnos y no todos al mismo tiempo. Carterpillar Inc. invirtió en
investigación para optimizar su productividad, tanto en fuerza de trabajo como
en tecnológica con resultados óptimos.
Hoy, nuevas economías
presentan productividades superiores a las entonces alcanzadas y nuevos
factores productivos entran en juego.
Para incrementar la
productividad es necesario «percibir
discontinuidades emergentes en
el trayecto productivo.
Para Mikio Kitano, uno de los mayores innovadores de la Toyota Motor
Corporation,
el secreto de la productividad es la simplicidad. Los hombres deben controlar a
las máquinas y no a la inversa; introducir modificaciones sutiles y paulatinas
incentiva la eficiencia manufacturera (Miller, 1993).
Razonamiento válido para
toda empresa europea porque las economías emergentes facilitan productos con
bajo coste de producción por incidencia del neoliberalismo, marxismo y leninismo privatizado (Estefania, 2003:290).
Después de la II Guerra
Mundial,
Drucker advirtió el cambio de una economía de «
músculos » a otra del conocimiento: la tecnología
era el motor del cambio y la información era su combustible. Factores
clásicos como mano de obra, capital y tierra se habían convertido en
secundarios frente al conocimiento. Y así es en la actualidad, en donde países
desarrollados demandan empleos cualificados.
El Instituto
para el Mercado de Trabajo de Núremberg (Alemania)
señala que en 2005 esta inmigración de élite
solamente alcanzaba el 30%; en 2011 se sitúa en el 44%.
Los países de procedencia
son, principalmente: Grecia, Polonia, España y Portugal, según comunicado de
la Oficina Federal de Estadística Alemana. La
inmigración española ha aumentado un 53% en el primer semestre de 2012
comparado al de 2011. El incremento de ciudadanos griegos es del 78% (« ABC », 27 de
noviembre).
Joseph Schumpeter explicaba
que la economía saludable es aquella que rompe el equilibrio por medio de
la innovación tecnológica. Y la atracción de capital humano fuertemente
cualificado prepara a esa economía para romper desafíos que surjan. El
conocimiento es una garantía de sostenibilidad para cualquier economía.
¿Cómo incrementar la productividad
en la economía del conocimiento? Drucker lo soluciona
incorporando la responsabilidad en cada tarea que requiera conocimientos con
independencia del nivel, la dificultad o la especialidad (2003:81-2).
El Índice de
Competitividad Global publicado
por el Foro Económico Mundial
mide la habilidad de los países para alcanzar altos niveles de prosperidad.
Recoge la productividad de un país utilizando sus recursos. El funcionamiento
de un conjunto de instituciones, políticas y factores que definen los niveles
de prosperidad económica sostenible hoy y a medio plazo.
El Índice de 2011 -2012
sitúa a Suiza como el país más
competitivo del mundo con un valor de 5.74, seguido por Singapur con 5.63; Suecia, 5.61; Finlandia, 5.46; EEUU, 5.43; Alemania, 5.41; Holanda, 5.41; Dinamarca, 5.40; Japón, 5.40; Reino Unido, 5.39.
España
se encuentra en el número 36, con un valor de 4.54. En el Índice 2010-2011
se encontraba en el puesto 42 con un valor de 4.49.
Dentro del índice merece
atención la burocracia administrativa. Se ha criticado que la «
productividad » de lo público al no crear una rentabilidad material carece
de relevancia. Pero ello es erróneo, porque un Estado en donde se
cumpla la ley es presupuesto de estabilidad económica y social y fundamento de
la productividad.
Como declara Giorgi, los
llamados « productores indirectos » son condición previa de la unidad
política, de la paz social y del desarrollo económico de una Nación (1965:161).
La productividad y competitividad en España del
factor trabajo en 2012 se ha incrementado como consecuencia de la erosión
del mercado laboral (Guíu, 2012).
Pero se esperan resultados más positivos orientando la especialización
hacia actividades generadoras de valor añadido, intensificar el uso de capital
humano, reduciendo la temporalidad, ajustar el crecimiento de los salarios a
las ganancias de productividad, aumentar el tamaño de las empresas y mejorar su
organización y dirección, aumentar el peso de la inversión en nuevas
tecnologías y su uso y aumentar los gastos en innovación a causa de las grandes
empresas, el sector exterior, la I+D+I y el fomento de la formación, según el segundo
informe 2012 fundación BBVA-IVIE sobre «crecimiento y competitividad» , publicado en
10 de diciembre de 2012.
Lo destacable de este
informe es la constatación de un cambio en el tejido productivo y el uso de
factores ligados al conocimiento para mejorar la eficiencia y productividad,
son reseñables los siguientes puntos:
· Las
empresas grandes, y en general las más eficientes, están defendiendo mejor su
rentabilidad gracias a su mayor solidez financiera y a la internacionalización.
·
Las empresas están reteniendo a los trabajadores más formados y el tejido ocupacional se
está reconvirtiendo. Los puestos para técnicos y especialistas ya representan
el 35% del empleo y concentrarán la mayor parte del que se cree en el resto de
la década. En 2012 hay 225.000 ocupados más con estudios superiores que en
2007.
·
Las regiones que resisten mejor la dura coyuntura general –
Comunidad de Madrid, País Vasco, Navarra, y en menor medida Cataluña– son las
más desarrolladas tecnológicamente y con más capacidad de atraer capital
humano.
· La
productividad de las
empresas y los costes laborales unitarios están mejorando, aunque en parte como
consecuencia de los ajustes. El impulso a estos cambios se retrasa debido a la
duración de la recesión.
· El
uso de los factores basados en el conocimiento avanza
también durante la crisis en muchos sectores. Los pagos por el uso del trabajo
cualificado y la maquinaria ya representan en España el 55% del PIB.
· La
desventaja competitiva de España en el empleo del conocimiento se debe a que
las actividades en las que se especializa cada sector no están tan orientadas
hacia la generación de valor añadido como en otros países.
· Este
año el saldo comercial es
positivo para España gracias a una diversificación cada vez mayor de productos
y mercados, y a la sofisticación creciente de las empresas exportadoras.
Pero junto a la soledad de
los números, no cabe olvidar que los procesos productivos de cualquier economía descansan sobre la persona.
La competencia
que surge eleva los niveles de estrés y de angustia en los
empleados y empleadores.
Como declara Sennet, en los mercados en los que el ganador se lleva todo,
los riesgos son grandes. Los mercados internos incrementan más aún los
riesgos de ansiedad, pues la línea divisoria entre competidor y compañero de
trabajo se vuelve más difusa (Sennet, 2006: 49-50).
En Half Moon Bay
(California),
en mayo de 2008, un grupo de gestores, innovadores, inversores, académicos,
consultores, implementaron las bases para el Managemet 2.0 (Hamel, 2012:308).
Uno de los objetivos de esta nueva era de la gerencia es defender un humanismo
en cualquier clase de organización.
El hombre como fin y no como medio. El
hombre como sujeto y no como complemento de la competitividad. Es lo que debe
ser y a lo que debe tender toda declaración ética que quiera realizarse.
Las propuestas para
fundamentar organizaciones nuevas y
productividades nuevas son las siguientes:
Propuesta núm. 1
Asegurar que la gestión sirva a un propósito más elevado.
La maximización de las
riquezas carece de poder para movilizar las energías de los empleados. No
es suficiente para fidelizar conductas e inespecífica como para promover
innovación ascendente de lo operativo a lo ejecutivo.
Propuesta núm. 2 Incorporar
el ethos de la comunidad y ciudadanía.
Se impone progresivamente
la cooperación entre organizaciones supeditando el atávico ritual del « ganar o
vencer ».
Propuesta núm. 3 Humanizar
el lenguaje y la práctica de los negocios.
Porque los objetivos de las
organizaciones carecen del poder de apasionar el corazón