Lo corrupto y el silencio de los buenos : en el filo de los teletipos ( 2 min.)
por
Juan B Lorenzo de Membiela
Hablamos de corrupción y no de corruptos. El empleo de esta palabra
con preferencia a la otra no es caprichoso sino constatación de un fenómeno sistémico
en su extensión. Su geográfica no está limitada a Occidente pero aquí es en
donde más alarma causa. Quizás por nuestra cultura y un sentimiento de equidad que
rechaza a favorecidos inmunes a la ley. Quizás por lo totalitario que supone permitir
estados paralelos no sujetos a legitimación y que actúan a la sombra
del poder.
Y quizás porque es dificil admitir que el esfuerzo
y la privación de ocio no tengan otro valor y consecuencia que un
fugaz deleite que ensalza al ocioso en su vanidad.
Y
una sociedad que se rige por instintos no es confiable y no ofrece garantías
para su crecimiento y desarrollo. No escribe leyes
justas « sino hechas más a menudo por
gentes que por odio a la ecuanimidad, carecen de equidad; en todo caso, siempre
por hombres, autores vanos e irresolutos » (Montaigne, 2008:1018). Ante
las cuales la inocencia no es moneda suficiente para un hombre que no
solamente no delinque (2008:1018): Una reflexión del siglo XVI, pero
una reflexión sobre el hombre eterno.
A
partir de 1970 surge en EEUU la cuestión ética en los negocios. Porque
los escándalos de corrupción distorsionan la creencia en la seriedad de
una sociedad y resta credibilidad a las instituciones.
Perjudica al libre mercado,
bien porque sea aprovechado por unos, bien porque suponga perjuicio para otros.
Y en
suma, porque impide a la empresa alcanzar productividad y competitividad en mercados globales al
hacerse dependiente de lo que se ha llamado « compra
del Estado ».
En
España, durante los años 1995 y 1996 se patentizaron fenómenos de corrupción en
donde la moral social fue cuestionada, los medios se polarizaron y la confianza
sucumbió restando credibilidad a una nación (M.A.Sánchez, 1997:186).
Dieciocho
años después, la corrupción conserva el vigor de antaño pero ahora en un medio
líquido en donde las ideologías han borrado contornos y cuando el
relativismo exige egoísmos en detrimento de ajenos y de propios.
Aunque ya Ortega en 1921 afirmara que «la corrupción en España
no es algo nuevo».
En
todo caso, la corrupción no es elegante entendida esta como «
la sobriedad en la plenitud».
Pero
la crisis no solo es de España, no solo es de la Unión Europea, es del
Occidente. Para Alvin y Heidi Toffler, jamás, desde los peores días
de la II Guerra Mundial una generación ha sido testigo de tantos fracasos
institucionales en tantos países, en tan breve espacio de tiempo y a un
ritmo tan rápido.
Desde
luego, las crisis siempre producen oportunidades y para los enemigos de EEUU y Occidente la
ocasión es propicia. (Toffler, 2006: 305-7).
Es
resaltado por Transparency International, en un comunicado emitido por su Junta
Directiva en 18 de marzo de 2013, el compromiso de China para detener a
aquellos que actúan por encima de ley y en suma contra quienes ejercen corrupción.
Por ahora solamente son declaraciones no traducidas a hechos, pero todo tiene
un principio.
Junto
a esa explicación, cabría otra. Consecuencia de un proceso continuo de
desintegración y reconstrucción de las sociedades; es la llamada homeóstasis. La palabra deriva de la
fisiología animal, creada por Claude Bernard. Propone que todos los mecanismos vitales
tienen por objetivo conservar constantes las condiciones de vida en el ambiente
interno.
En
1929, el fisiólogo Walter B. Cannon, relaciona el concepto « ambiente interno » con
la noción de homeostasis: todos los seres vivos necesitan mantener
cierta estabilidad interna, en términos de temperatura, presión sanguínea.
La
tendencia al mantenimiento de un equilibrio interno se manifiesta en todos los
niveles de vida orgánica (Chiavenato, 2007:364) y a todas
sus construcciones como consecuencia.
La
corrupción asume el papel de destructor de sociedades anunciando,
con su presencia, la inminencia de cambios profundos. Este carácter cíclico de
la historia fue detectado en la antigüedad por el historiador griego Polibio, por Oswald Spengler en su Obra « La
decadencia de Occidente » e incluso por Ortega en su
«Epílogo sobre el alma desilusionada » (T III, 1966: 221-9).
La
esencia motriz de estos movimientos cíclicos la encontramos entre
lo que es corrupción, que no tiene autentico
ser y que por culpa de su objeto no se puede conocer y la idea
geométrica pura de la justicia, de grandeza, de impoluto resplandor, que es
siempre lo que es y por eso tenemos siempre un conocimiento pleno de ella (cfr.
Ortega, « En torno a Galileo »,
1930:90). Entre ambas realidades antagónicas surgen movimientos cíclicos,
positivos y negativos, constructores y destructores, dado el rechazo de polaridades
semejantes.
El
vizconde de Bolingbroke escribe a Swift, en 6 de mayo de 1730:
«Una corrupción nacional sólo puede curarse mediante calamidades
nacionales». Pero no hay
que perder la perspectiva de que la propia corrupción y precisamente unida a su
propio mal, puede generar un resurgimiento de la virtud como el propio
Bolingbroke reconoce (Ortega, T IX, 1965: 252, nota 1).
Es
posible que sea necesaria una regeneración. Un cambio. Ya no cabe
ser productor de política como tecnología racional del poder (Havel, 1991:71).
Demasiados valores como
la libertad, la igualdad, lo democrático, la independencia de poderes, lo
colectivo y lo individual, necesitan una nueva definición que
no encaja con lo que percibimos. Simplemente por una exigencia de sistemática
científica y social.
La información libre como exponente de la libertad del hombre en su sociedad ha claudicado a favor de la noticia que vende e impacta.
Vivimos peligrosamente en el filo de los «teletipos » a merced de cualquier mercenario de la informacion viciada.
Lo
preocupante de todo lo que está ocurriendo - lo de menos sea el hecho delictual, presunto o consumado , que lo mismo da... - es principalmente, como clamó Martín Luther King,
el silencio de los buenos:
«
No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos,
de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos ».
Es,
entonces, cuando la maldad prospera.
Debería ser responsabilidad de todos percibir un suelo que se fractura y apuntalarlo.
Con la generosidad de que la vocación del servicio a los demás incluye tambien el sacrificio de prescindirse para los demás.
Ser ciudadano implica asumir actitudes ejemplarizantes sin caer en las complicidades de las rutinas impuestas , del ausentismo público, del derrotismo inducido o impuesto y de exigir a los demas lo que uno no puede imponerse en un fariseismo que crea monstruos.
Debería ser responsabilidad de todos percibir un suelo que se fractura y apuntalarlo.
Con la generosidad de que la vocación del servicio a los demás incluye tambien el sacrificio de prescindirse para los demás.
Ser ciudadano implica asumir actitudes ejemplarizantes sin caer en las complicidades de las rutinas impuestas , del ausentismo público, del derrotismo inducido o impuesto y de exigir a los demas lo que uno no puede imponerse en un fariseismo que crea monstruos.
Aquí muestro este articulo, unas letras escritas no más , un tributo para no desfallecer en travesías por el desierto. Al menos algo distinto que aleja la tibieza.