A propósito del movimiento ( 3 min.)
(micro ensayo)
Juan B. Lorenzo de Membiela
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El boato, lo artificioso, son livianos ropajes que cubren no pocas vergüenzas. Como lo clandestino ampara razones que rayan lo sublime.
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El boato, lo artificioso, son livianos ropajes que cubren no pocas vergüenzas. Como lo clandestino ampara razones que rayan lo sublime.
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La España del siglo XVIII transitaba desde la gloria militar de un Imperio herido a un reino ilustrado, barroco y racionalista, con serios problemas económicos y deficiencias sociales que siempre fueron paliados por la caridad cristiana. En el escenario internacional, la Guerra de Sucesión entre Borbones y Austrias costó la pérdida de las provincias de Flandes, territorios en Nápoles, Milán y Cerdeña, dados a Austria; Sicilia y parte del Milanesado a Saboya y la cesión a Inglaterra de Gibraltar y Menorca.
En el doméstico, el cambio dinástico introdujo esperanzados proyectos ilustrados, entre muchos, el saneamiento económico[1] del reino. Una estrategia económica poco conocida pero de gran relevancia frente a las rancias costumbres del Fuero Juzgo, fue el auto rubricado por SMC Felipe V en 4 de diciembre de 1705, declarando: « […] Quienes fundasen fabricas estarían en el favor real, sin que el manejo de dichas fábricas fuese obstáculo para conservar o alcanzar la nobleza o para ostentar cualquier carácter que tuviesen los hijos-dalgo de Castilla […]»[2].
Quizás mediatizado por la suspensión de pagos del Estado declarada en 14 de octubre de 1704[3]. Porque una economía basada en el vasallaje de la tierra no ofrecía réditos suficientes para el Tesoro en un momento en que el Estado había superado los localismos de lo feudal proyectándose hacia un mundo con naciones en ebullición.
Nuevos horizontes aunque la práctica de la dominación del hombre sobre el hombre seguiría y sigue sin necesidad del vínculo de la sangre y sí solamente por la defensa de intereses más egoístas, menos confesables, más codiciosos, desde luego grupales, que no alcanzan la épica de lo individual, ni mucho menos:
¿Cuánta ruindad se esconde bajo el anonimato del grupo? ¿Hasta donde lo instintivo puede desplazar a principios que se consideran pilares de un proyecto ideológico? ¿Desde cuando un estado liberal puede volverse contra la libertad del hombre y su dignidad que legitima el ejercicio del poder de la coacción?
Nuevos horizontes aunque la práctica de la dominación del hombre sobre el hombre seguiría y sigue sin necesidad del vínculo de la sangre y sí solamente por la defensa de intereses más egoístas, menos confesables, más codiciosos, desde luego grupales, que no alcanzan la épica de lo individual, ni mucho menos:
¿Cuánta ruindad se esconde bajo el anonimato del grupo? ¿Hasta donde lo instintivo puede desplazar a principios que se consideran pilares de un proyecto ideológico? ¿Desde cuando un estado liberal puede volverse contra la libertad del hombre y su dignidad que legitima el ejercicio del poder de la coacción?
Así han naufragado muchos proyectos productivos que engrosan la larga lista de causas que motivan la ruindad de las naciones. El boato, lo artificioso, son livianos ropajes que cubren no pocas vergüenzas. Como lo clandestino ampara razones que rayan lo sublime.
Como dijo Montaigne, « […] El mundo es incapaz de curarse, es tan poco paciente con aquello que le atormenta que solamente aspira a librarse de ello sin considerar a qué precio. […]El librarse del mal presente no es curación, si no hay enmienda general de la condición» (2008:920)[4].
En 1749 se construyen los primeros « caminos carreteros »[5]. Hasta esa fecha no existía comunicación entre poblaciones. Los caminos causarán, que villas, aldeas y cortijos abandonen el autoabastecimiento generado por el aislamiento: las carretas, g aleras y calesas, constituían la logística para crear comercio e industria. Y con ello, la importante contribución de los arbitrios o impuestos locales a la Corona.
A finales del siglo XVIII se amplía, entre otros, el Camino real Madrid -Valencia. Atraviesa la villa de Albacete por las calles de los Baños, Tinte, Plaza de Carretas y Santa Quiteria.
Autores destacan lo excelente de la vía, mejorada en 1761[6]. Tráfico de bienes y tráfico de personas, sometido éste a imperativos administrativos de regresar el mismo día a plena luz o de presentar fiador que respondiera de su conducta en la localidad de destino. De ahí la endogamia que durante siglos pervivió en cualquier población, con sus avenencias y con sus rencores: ¿la causa de la España profunda que subsiste irredenta en el subconsciente?
Fueron los caminos los que convirtieron a muchas villas en prósperos centros de comercio y negocio . Y fueron los mares los que convirtieron a España en Imperio…En el movimiento y en su libertad prosperan los pueblos; en lo estancado es en donde perecen por una lógica descomposición , consecuencia química inevitable.
[1] Menéndez Pidal, R., La época de los primeros borbones, en « Historia de España », t. XXIX, v. I, dir. Jover Zamora, J., Espasa-Calpe, Madrid, 1985, pp. XII, XIII y 181 y ss..
[2] De Miguel Fernández, E., Introducción a la gestión (management), Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 2007, p. 36.
[3] Real Academia de la Historia, Atlas Cronológico de la historia de España, Ediciones SM, Madrid, 2008, p.227.
[4] Montaigne, M. de, ( 2008): « Ensayos Completos», Cátedra: Madrid.
[5] Rueda Hernanz, G., España 1790-1900.Sociedad y condiciones económicas, Istmo, Madrid, 2006, pp. 94 y ss.. Razona este autor que la dificultad y retraso consiguiente de crear vías de comunicación en España obedeció a la orografía montañosa y a las diferentes cotas de altitud de los territorios, lo que encarecía- y aún hoy encarece- la construcción de infraestructura viaria y ferroviaria.
Durante el s. XIX se intensificó significativamente por el acuerdo de las Diputaciones de construir « carreteras vecinales » al amparo del art. 68 de la Ley de Diputaciones Provinciales de 8 de enero de 1845, vid. Martínez Alcubilla, M., Diccionario de la Administración Española, Peninsular y Ultramarina: Compilación ilustrada de la novísima legislación de España, t. VI, Madrid, 1868, p. 569.
[6] Pérez Picazo, M.T., La Economía de la Ilustración, Cuadernos del seminario « Floridablanca » , Sucesores de Nogués, Murcia, 1988, p. 134.