Julio César y su gestión estratégica (3 min.).
por
Juan B Lorenzo de Membiela
Es considerado junto a Alejandro
Magno, Napoleón, los almirantes Juan J.
Navarro y Blas de Lezo , uno de los grandes estrategas de la historia.
La forma de tratar a sus tropas y su mismo comportamiento antes, durante y
después de la batalla. El modo en cómo abordar al enemigo y administrar su
victoria, su poética, su política…
Detalles todos que surcan un
carácter propio, opuesto al convencionalismo y,
sobretodo, muy actual, porque quienes rompen inercias mantienen
su vigencia más allá de los fugaces presentes.
Los soldados se ofrecían a
seguirle gratuitamente y optaban inmolarse antes que deshonrar su ejército. Sin
duda, líder en esencia, que hoy asombra porque vivimos épocas de antihéroes, de referentes estereotipados,
dominante una mediocridad silente que desprecia el esfuerzo y
la superación del hombre.
El lector debe pensar en estos
hechos, documentados por Silio Itálico,
Lucano y Suetonio (Montaigne, 2008)[1], para
extraer lo más provechoso. Son retazos insuficientes ante la magnitud de este
personaje, pero sobran para percibir su genialidad.
A. Inteligencia Emocional. Ante
rumores entre los soldados sobre el potencial del enemigo, Cesar, más que
negarlos, los aumentaba, declarando un número muy superior al verdadero. Esta
actitud responde a lo que aconsejaba Ciro según Jenofonte, pues no se siente
uno tan engañado al hallar realmente a los enemigos más débiles que lo
esperado.
B. Dirección Flexible.
Solamente interesaba de sus soldados a que obedecieran. No exigía más virtud
que el valor y no castigaba más faltas que el motín y la desobediencia. Sus
castigos eran ejemplares. Trataba a la tropa más con autoridad y audacia que
con dulzura. Tras las victorias permitía toda licencia dispensando, por algún
tiempo, la disciplina militar.
C. Motivación. Gustaba que
sus soldados fueran ricamente adornados, con atavíos de oro y plata con el fin
de que aumentara la diligencia en su cuidado y, de este modo, incitaba su
ferocidad en el combate.
Tenía en gran consideración a su
tropa. En una ocasión, cuando atravesó el Rhin para llegar a Alemania, estimó
que era indigno que su ejército cruzara en barcas, mandando construir un puente
para que pisaran tierra firme, construcción que era supervisada directamente
por él.
Nunca desplazaba a sus guerreros
a otro lugar que no hubiera sido por él reconocido.
Glosó Lucano:
« En las aguas del Rin, Cesar,
era mi general, aquí es mi
cómplice; a quienes mancha,
los iguala en el crimen» .
D. Jerarquía Horizontal. Cuando
hablaba con sus soldados los llamaba « compañeros», en un gesto de camarería y
hermandad.
E. Comunicación. Antes del combate
exhortaba a sus tropas. Los historiadores coinciden en ensalzar esa costumbre
por la que alcanzó grandes victorias. Como gran orador y estratega sabia
emplear la magia de las palabras en momentos decisivos.
Cuando el combate era inminente
solamente declaraba que no tuvieran miedo y que aguantaran con osadía el empuje
de los adversarios.
Se engalanaba con rico
atuendo antes de la contienda, vistiendo ropajes de llamativo color. Siempre se
ubicaba al frente de sus tropas.
F. Responsabilidad.
En la batalla contra los Tournay corrió al encuentro de sus enemigos, sin protección
alguna, al ver que la cabeza de su ejército se descomponía, lo que sucedió en
varias ocasiones.
Marchaba siempre a la cabeza de
la tropa y a menudo a pie, hiciese sol, hiciese lluvia. Ello fue glosado
por Silio Itálico de este modo:
« Entonces, con la cabeza
descubierta,
Recibía las lluvias
inclementes y las cataratas del cielo ».
G. Delegación. No
supervisaba a sus capitanes. Informaba sus órdenes solamente cuando debían
ejecutarse.
H. Táctica. Sus mandatos
eran modificados a su libre criterio. Si acordaba acampar en un sitio
determinado, llegado al mismo, seguía su camino por largo tiempo más, sobre
todo cuando el clima era desfavorable o lluvioso.
Y en definitiva, como versó
Claudiano: No hay mayor
victoria que la que somete al enemigo reconociéndolo él a juicio propio.