Epigramas y la vida breve (microensayo)
Juan B. Lorenzo de Membiela
Se entiende como
epigrama una composición concisa en prosa o en verso que expresa un pensamiento
agudo, ingenioso y satírico. Su origen se encuentra en Grecia, procede del
vocablo epigraphein, que
significa inscripción, escribir sobre alguna
superficie. Se cultivó intensamente en Roma y a lo largo de los siglos en
varias naciones de Europa. Se trata de una composición escrita sobre piedra,
metal u otro material que rubricaban tumbas, monumentos públicos, estatuas y
bustos privados o simples objetos.
Son composiciones
breves, satíricas, siempre ingeniosas. La brillantez de su razonamiento calibra
su calidad.
La temática es diversa, diría que pintoresca. Si en sus orígenes su contenido fue épico y elegiaco, posteriormente incluyó toda clase de temática que restó solemnidad a estas composiciones, pero las hicieron más cercanas a los avatares cotidianos de las gentes. Gracias a ellos han podido conocerse detalles de la vida diaria de Roma, la intrahistoria de sus ciudadanos y la sociedad.
Pueden agruparse en
varias categorías atendiendo a su objeto. Con cierta inspiración gastronómica
se han distinguido: Mel (miel), de carácter elogioso; Fel (hiel),
son procaces y cáusticos; Acetum (vinagre) de gusto agrio y picante; Sal
(gracia) inocuos y graciosos junto a otros, múltiples y compuestos (Guillén,2004).
Son poemas
concisos, poesía miniaturizada, de dos, cuatro e incluso más versos. Su estructura queda dividida en dos partes: una
primera, en donde se busca la atención del lector, llamada nudo y, otra
segunda, en donde concurre un final sorprendente que se denomina desenlace.
León de Arroyal, en
su obra Los epigramas, de 1784, los describe resaltando su belleza que
consiste en dos aspectos: en un juego de voces que deleitan el oído y la
brevedad, novedad, agudeza o elevación del pensamiento que sorprende
gustosamente el ánimo.
El Diccionario de
la Real Academia lo define como un pensamiento de cualquier género, expresado
con brevedad y agudeza.
Como epigramáticos
clásicos se encuentran, en Grecia, Calímaco, s. III a. C. y Asclepíades de
Samos, s. IV a. C.. Y en Roma, el más destacado fue Marco Valerio Marcial,
natural de Augusta Bílbilis, cerro de la Bámbola, en el término municipal de la
actual Calatayud [(Zaragoza), aprox. año 40 -101 d. C..
Él se definía como
nacido de los celtas y de los íberos y compatriota del Tajo. Llama la atención su tieso cabello español
y su carácter gruñón en contraste con una estética griega afectada establecida
en la metrópoli que en aquella época marcaba claros signos de decadencia.
Marcial tuvo
numerosos predecesores en el género. Él cita como modelos a Catulo, Marso,
Pedón y Getúlico. Podría haber citado también a Varrón de Átax, a Licinio
Calvo, a Hortensio, a Cayo Memio, pretor y protector de Lucrecio, a quienes se
atribuían epigramas satíricos o eróticos. En el imperio de Augusto compusieron
epigramas grandes poetas, como Virgilio, Ovidio y Lucano.
Su vida durante 35
años transcurrió en la Roma imperial protegido por los escritores hispanos que
allí residían, como Seneca el Viejo, Seneca el Joven y Quintiliano. Llevó una vida bohemia pero siempre servicial
hacia sus amigos. Se confiesa totalmente
sustraído al devenir de la sociedad romana. Muchas de sus composiciones son
adulaciones a magnates, pero también descripciones de la vida pública y privada
de los romanos, con sus glorias y sus penalidades, sus intrigas, lujos, excesos , verdades e hipocresías.
Vivió en Roma muy
próximo al pórtico de Agripa. Poseía una pequeña villa y una granja
improductiva cerca de Nomentum (Mentana, en la actualidad) en el Lacio. En sus últimos
años de vida residió en una pequeña casa en el Quirinal antes de regresar a
Hispania para disfrutar del recuerdo de sus primeros años de vida en donde
finalmente murió.
Cultivó amistades con
mecenas, potentados y aristócratas romanos que le proporcionaron no solo un
modo de vivir de sus composiciones poéticas sino una posición social relevante.
Tito Flavio Vespasiano y Flavio Domiciano le distinguieron con el semestris tribunatus,
que le confirió rango ecuestre.
En cuanto a su obra
conocida, el Epigramatum Liber, aglutina un total de 14 volúmenes con
1555 epigramas. El primero se titula Liber spectaculorum, compuesto por
32 epigramas. Fue publicado con ocasión de la inauguración del anfiteatro
Flavio, en el Coliseo romano durante el imperio de Tito en el año 80.
La dimensión
literaria de Marcial reside no solamente en su brillantez compositiva, sino en
la descripción de la vida romana. Se ha establecido una conexión entre Marcial
que describió la decadencia del imperio romano y Menandro que relató a su vez
la decadencia de Atenas.
A modo ilustrativo
cabe citar los siguientes epigramas:
«¿Me preguntas, Lino, ¿qué me produce mi campo nomentano? Esto es lo
que
me produce mi campo: que no te veo, Lino».
ü «Dicen
que Cina escribe versos contra mí; no escribe el poeta cuyos versos
nadie lee».
ü «¿Buscas
dónde conservar el pescado en el verano? Consérvalo, Ceciliano, en
tus termas».
ü «No
recitas nada y quieres, Mamerco, ser tenido por poeta: sé lo que quieras,
con tal que no recites nada».
A Marco Valerio Marcial
se le debe la creación moderna de este género literario. Toda su obra fue escrita
bajo esta fórmula criticada por los prosistas que patrimonializaban la creatividad
literaria del momento.
Transcurrido un
tiempo surge en el Renacimiento manteniéndose en el tiempo como recurso para
muchos poetas y escritores.
El género ha sido empleado
en la literatura francesa, en los trabajos de Ronsard, Marot, La Fontaine, Voltaire,
La Bruyere, La Rochefoucauld y Rousseau.
Como composición de
La Bruyere puede mencionarse el siguiente epigrama:
«La
tonta vanidad parece consistir en la inquieta pasión de hacerse valer aún por
las más pequeñas cosas».
O el escrito por La
Rochefoucauld:
«Si se
examina la naturaleza de las enfermedades, se encontrará que tienen su origen
en las pasiones y angustias del espíritu».
En la literatura
inglesa cabe citar a Jonson, Donne, Dryden, Pope (Estébanez,2016), Oscar Wilde
y George Bernad Shaw.
En la literatura
alemana Ulruich von Hutten (1488-1523) y Euricius Cordus (1486-1523); Ambrosius
Lobwasser (1515-1585), escribiendo en un incipiente alemán. En el siglo XVII el
genero se consolida en la Escuela poética de Silesia, resaltando, entre otros a
Martin Opitz (1597-1639). En el s. XIX debe mencionarse a Goethe. Logra una
presencia destacada en el siglo XX con Günter Grass (1927) y Richard Exner
(1929-2008), entre otros (Navarrete, 2020).
En España durante
los siglos XVI y XVII lo emplearon autores como Castillejo, Alcázar y Hurtado
de Mendoza. Se usó como forma métrica la redondilla, la copla castellana y la
quintilla.
Un ejemplo de epigrama,
en este caso creado por Gracián, dice:
«Todos
viven penando si se advierte,
Éste
por no perder lo que ha ganado,
Aquel,
porque jamás se vio premiado».
En el siglo XIX fue
cultivado por Breton de los Herreros, Mesonero Romano, Ruiz Aguilera y
Campoamor. Y bajo el modernismo citar a
Rubén Darío, Gonzalez Prada, Diez Canedo. Poetas de la Generación de los años
cincuenta como Gil de Biedma y Angel Gonzalez
emplean el epigrama.
Es conocido el
epigrama de Biedma titulado Epigrama votivo , de 1982:
«Estas
con varia suerte ejercitadas
en
áspero comercio, en dulce guerra,
armas
insidiosas
—oh
reina de la tierra,
señora
de los dioses y las diosas—,
ya
herramientas melladas y sin filo,
en
prenda a ti fiadas,
hoy las
acoge tu sagrado asilo,
Cipris,
deidad de la pasión demótica.
Bajo
una nueva advocación te adoro:
Afrodita
Antibiótica ».
En la actualidad,
el epigrama, como composición breve, vuelve con fuerza a manos de las
tecnologías de la comunicación. El microblogging, la comunicación corta, se impone,
como máximo de 144 a 288 caracteres por mensaje. Sean Twitter, Tumblr, Dipity y Plurk, entre otros ,todos se construyen sobre
lo brevísimo, 30 palabras, no muchas más.
Sin duda podrán
decirse cosas en tan escaso número de palabras, pero decir muchas en tan pocas
exige disciplinar un ingenio que es impuesto por estos programas que nos arrojan
a un minimalismo comunicativo.
Se busca la esencia
en bruto prescindiendo de otras consideraciones más liricas y bellas. Por desgracia,
los textos breves carecen, muchos de ellos, de cualquier atributo que pueda
aproximarse a lo ingenioso. En otras ocasiones lo procaz e insolente es
confundido con lo satírico.
Lo conciso se ha
convertido en arquetipo de lo social mostrando un hombre desnudo que revela un primitivismo
que deshumaniza bajo la coartada de lo tecnológico.
La confluencia en
el siglo XXI de la brevedad del epigrama de Marco Valerio Marcial del siglo I d.C. , no deja de ser llamativo y demuestra, una vez más, como dice el Eclesiastés
1.9-10: «Lo que fue, eso será; lo que se hizo, se hará: nada hay nuevo bajo el
sol ».