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martes, 18 de febrero de 2025

(...)Del éxito de sus empresas respondía siempre la fortuna (2 min.)

 (...)Del éxito de sus empresas respondía siempre  la fortuna (2 min.)


Por

Juan B. Lorenzo de Membiela 

Fuente: Wikicommons
¿El directivo debe conocer todo de la organización que dirige?  Autores de la organización empresarial  , la experiencia en algunos casos y el tamaño de la empresa en otros   aconsejan    delegar  funciones.

Por miedo, por inseguridad, por temor  al rechazo, por cumplir los mitos sobre la gerencia, el directivo interioriza esa creencia de la  omnisciencia debida, de la posesión de todos los conocimientos.


En los tiempos de consolidación y desarrollo de la industria y durante el s. XX, el empresario asumió esta carga que le impedía  desarrollar su talento fundamental y magnífico: la del creador de riqueza y trabajo. Hoy, desde las escuelas de negocios y universidades, se razona la delegación de funciones y tareas. 

Es una práctica pero también una estrategia de organización  motivadora de todo el personal. Si hay algo que incentive  la productividad, no es otra cosa que la confianza, porque crea vinculaciones emocionales  con la organización. Aun en épocas de incertidumbre en donde el componente jerárquico o de autoridad se tensa como reacción a lo desconocido.

Para  Karl E. Weick, de la  Universidad de Michigan,  además de la  delegación, se necesita gestionar la duda del directivo  como medio para  extraer todo el potencial a su equipo. 

Que ante una pregunta se conteste con un «no lo sé » produce la apertura de soluciones  de todos, creándose un ambiente cooperativo. 

Implica una renuncia a la jactancia, a la omnisciencia, a la autoridad técnica, a   los soliloquios, a largos y aburridos discursos construidos sobre perífrasis vacías. Se trata de escuchar y explorar.

Escuchar y explorar produce renunciar a los procedimientos de la razón  para afrontar los intuitivos, las sensaciones, las emociones, el asombro, la novedad, la afinidad. Implica asumir la reflexión de Lao Tzu: Cuando buscamos el conocimiento, todos los días encontramos algo. Cuando buscamos la sabiduría, todos los días perdemos algo.

Quien no sabe responder no significa que no sabe dirigir. 

Son dos cosas distintas. 

Reconocer limitaciones no es una debilidad, sino una fortaleza, porque como líder  coloca a sus miembros ante el reto de dar respuestas. 

En un mundo que es regido por la teoría cuántica y la del caos, en donde  lo imprevisto  y lo desconocido son imperativos insondables,  las respuestas no son tan importantes como el mantener una coherencia clara. 

Es esa coherencia y no las decisiones concretas la que permite subsistir a las organizaciones en ambientes que siempre son adversos e ignorados por  exigencias de la competitividad y de la productividad que es la eficiencia empresarial. Ya dijo Siranes el persa que del éxito de sus empresas respondía la fortuna.

Quien reconoce sus  limitaciones está en condiciones  de aprender algo nuevo.

Es conocida la reflexión de Winston Churchill, cuando en la II Guerra Mundial, Singapur fue invadida por el Japón en 1942  sin que Inglaterra se cuestionara  esta posibilidad. El político británico formuló  estas  cuatro preguntas: ¿Por qué no lo supe? ¿Por qué nadie me lo advirtió?  ¿Por qué no pregunté? ¿Por qué no reconocí que no lo sabía? 

Estas preguntas lo son de coherencia, que nacen de la duda. Todo ello constata que el conocimiento no es algo que las personas tengan en sus mentes,  sino más bien algo que hacen juntas,  interactuando entre ellas.

Esa renuncia a la soberbia recuerda  lo grabado sobre piedra  en  una ciudad ateniense a la llegada del  cónsul  PompeyoTanto más dios eres, cuanto más hombre te reconoces.


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NdA   Estudio que vale la pena releer.


viernes, 31 de enero de 2025

Siempre Salesianos (conmemoración)

 

Siempre Salesianos (conmemoración)

 

Siempre Salesianos  (conmemoración)

31 de enero Festividad de S. Juan Bosco

⌚ 1 min.

S. Juan Bosco (1815-1888)


Las Escuelas Salesianas tienen su origen en la misión de Don Bosco con los jóvenes de Turín en el siglo XIX. Su preocupación fue, desde el principio, la educación y promoción integral de los jóvenes: ‘buenos cristianos y honrados ciudadanos’, le gustaba decir.

En el conjunto de actividades que pone en marcha para esta misión, pronto sobresalen los talleres y las escuelas nocturnas, origen de nuestras actuales escuelas y centros de formación profesional.

Su deseo por ampliar su misión es secundado al poco tiempo por María Mazzarello, que asume, comparte y enriquece el estilo de Don Bosco, fundando nuevas escuelas y actividades en favor de las jóvenes.

Hoy las escuelas salesianas son una realidad amplia y rica, que pretende ser fiel a la misión y al estilo educativo que sus fundadores pretendieron impulsar.

Desde hace más de treinta años, Escuelas Salesianas agrupa en España las obras educativas de los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora (Salesianas). Conjuntamente han abordado tareas de formación, reflexión y elaboración de documentos esenciales para la animación educativa en nuestras escuelas.

 A su humildad  se debe que  no conozcamos en profundidad un espíritu muy cultivado. Bosco, poseía una gran formación humanista-cristiana , amaba la cultura de otras tierras y pueblos. Dominaba el piamontés, italiano, francés, ingles, español, ademas de latín y griego.

A su prestigio internacional se debe que sus colegios fueran reclamados por jefes de Estado.

Hoy se encuentran en prácticamente todo el mundo, en 132 países, desde Europa hasta Oceanía; desde América hasta África y la India.

Hubo salesianos en Albacete , tuvieron que marcharse hace años,  pero los que quedamos, antiguos alumnos,  guardamos con cariño y respeto a estos hermanos que nos ofrecieron sabiduría y  nos hicieron más humanos , más cristianos y más comprensivos con las penurias de otros pueblos en subdesarrollo.

Compartimos clase con compañeros de Guinea Ecuatorial y contemplamos con asombro las exposiciones de artículos traídos desde las misiones para recaudar fondos y sufragar la construcción de colegios y obras de intendencia en lugares que no conocían la luz eléctrica. Conocíamos así aspectos de la miseria de otros lugares tan necesitados de apoyo y esperanza.

El 1 de abril de 1934, sólo 46 años después de su muerte en 1888, Juan Bosco fue canonizado por el papa Pío XI

S. Juan Pablo II le confirió el título de «Padre, Maestro y Amigo de los Jóvenes».



Fuente: Escuelas salesianas y et al.

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lunes, 6 de enero de 2025

87º cumpleaños del rey padre D. Juan Carlos I.

 


Día 5 de enero de 2025


87º cumpleaños del rey padre D. Juan Carlos I.

Nuestra sincera felicitación  a un hombre que lo dió  todo por España y los españoles.

Un orgullo poder felicitarle con todo nuestro afecto , respeto y admiración.

Juan Lorenzo de Membiela,




domingo, 5 de enero de 2025

La adoración de los Reyes Magos según la beata Ana Catalina Emmerich .

 


Cayetano Palmaroli, por pintura de Diego Velázquez: La Adoración de los Reyes. Litografía de 1832-1837 perteneciente a la Colección lithográphica de cuadros del rey de España el señor don Fernando VII.

La adoración de los Reyes Magos según la beata Ana Catalina Emmerich


La  epifanía o  adoración de los reyes  al Niño fundamenta esta tradición típica de España y de las tierras que un día pertenecieron a su Corona.

Son ilusiones que vienen como neblina envuelta en frío nocturno y misterioso que mañana , temprano, levantará para impregnar todo con la luz de lo mágico.

Para que algo quede más allá del hecho comercial, de la oscura superficialidad  transcribo este fragmento de las visiones de la beata Anna Catherina Emmerich.

Beata Ana Catalina Emmerich

La adoración de los Reyes Magos

Dibujo a lápiz de H. Hofmann de la serie de 1887 de Hofmann: ¡ Kommet zu mir! Bilder aus dem Leben des Heilandes; Festgabe für Christliche Familien ( Come Unto Me ).
Wikicommons.Dominio Publico
Pronto vieron brillar en el cielo, sobre un lado de Belén, un meteoro semejante a la luna cuando aparece; montaron entonces nuevamente en sus cabalgaduras, y costeando un foso y unos muros ruinosos, dieron la vuelta a Belén, por el Sur, y se dirigieron al Oriente hacia la gruta del Pesebre, que abordaron por el costado de la llanura donde los ángeles se habían aparecido a los pastores.

Cuando hubieron llegado cerca de la tumba de Maraha, en el valle que está detrás de la gruta del Pesebre, se apearon. Sus gentes deshicieron muchos envoltorios, levantaron una gran carpa que llevaban e hicieron otros arreglos, con ayuda de algunos pastores que les indicaron los sitios más convenientes.
El campamento se hallaba en parte arreglado, cuando los Reyes vieron aparecer la estrella, clara y brillante, sobre la colina del Pesebre, dirigiendo hacia ella perpendicularmente sus rayos de luz. La estrella pareció crecer mucho y derramó una cantidad extraordinaria de luz.
Yo los vi mirando primero todo con un aire de gran asombro. Estaba oscuro; no veían ninguna casa sino tan sólo la forma de una colina semejante a una muralla. De pronto sintieron un gran júbilo, pues vieron en medio de la luz la figura resplandeciente de un niño.
Todos se destocaron para demostrar su respeto; luego los tres Reyes fueron hacia la colina y encontraron la puerta de la gruta. Ménsor la abrió, viéndola llena de una luz celeste, y al fondo a la Virgen, sentada, sosteniendo al Niño, tal como él y sus compañeros la habían visto en sus visiones.
Volvió sobre sus pasos para contar a los otros lo que acababa de ver.
Entonces José salió de la gruta, acompañado por un viejo pastor, para ir a su encuentro. Los tres Reyes le dijeron con toda sencillez cómo habían venido para adorar al rey recién nacido de los judíos, cuya estrella habían visto, y para ofrecerle sus presentes. José los acogió muy afectuosamente, y el anciano pastor los acompañó hasta su séquito y los ayudó en sus arreglos, junto con otros pastores que se encontraban allí.
Ellos mismos se prepararon como para una ceremonia solemne.
Los vi ponerse unos grandes mantos, blancos con una cola que tocaba el suelo. Tenían un reflejo brillante, como si fueran de seda natural; eran muy hermosos y flotaban ligeramente a su alrededor. Eran éstas las vestiduras ordinarias para las ceremonias religiosas. En la cintura llevaban unas bolsas y unas cajas de oro colgadas de cadenas, cubriendo todo esto con sus amplios mantos. Cada uno de los Reyes venía seguido por cuatro personas de su familia, además de algunos servidores de Ménsor que llevaban una mesa pequeña, una carpeta con flecos y otros objetos.

La adoración de los magos d'Abraham Bloemaert, 1624.
Fuente: Wikicommons.Dominio publico.

Los Reyes siguieron a San José, y al llegar bajo el alero que estaba delante de la gruta, cubrieron la mesa con la carpeta y cada uno de ellos puso encima las cajas de oro y los vasos que desprendieron de su cintura : eran los presentes que ofrecían entre todos.
Ménsor y los demás se quitaron las sandalias, y José abrió la puerta de la gruta. Dos jóvenes del séquito de Ménsor iban delante de él; tendieron una tela sobre el piso de la gruta, retirándose luego hacia atrás ; otros dos los siguieron con la mesa, sobre la que estaban los presentes.
Una vez llegado delante de la Santísima Virgen, Ménsor los tomó, y poniendo una rodilla en tierra, los depositó respetuosamente a sus plantas. Detrás de Ménsor se hallaban los cuatro hombres de su familia que se inclinaban con humildad. Saír y Teóceno, con sus acompañantes, se habían quedado atrás, cerca de la entrada.
Cuando se adelantaron, estaban como ebrios de alegría y de emoción, e inundados por la luz que llenaba la gruta. Sin embargo, allí sólo había una luz : la Luz del mundo.

María, apoyada sobre un brazo, se hallaba más bien recostada que sentada sobre una especie de alfombra, a la izquierda del Niño Jesús, el cual estaba acostado dentro de una gamella cubierta con una carpeta y colocada sobre una tarima, en el lugar en que había nacido; pero en el momento en que ellos entraron, la Santísima Virgen se sentó, se cubrió con su velo y tomó entre sus brazos al Niño Jesús, cubierto también por su amplio velo.
Ménsor se arrodilló, y colocando los presentes ante él, pronunció palabras conmovedoras rindiéndole homenaje, cruzando las manos sobre el pecho e inclinando su cabeza descubierta.
Entre tanto, María había desnudado el busto del Niño, el cual miraba con semblante amable desde el centro del velo en que se hallaba envuelto; su madre sostenía su cabecita con uno de sus brazos y lo rodeaba con el otro. Tenía sus manitas juntas sobre el pecho, y a menudo las tendía graciosamente a su alrededor.
¡Oh, qué felices se sentían de adorar al Niño Rey aquellos buenos hombres venidos de Oriente!
Viendo esto me decía a mí misma: «Sus corazones son puros y sin mancha, llenos de ternura y de inocencia como corazones de niños piadosos. No hay nada violento en ellos, y sin embargo están llenos de fuego y de amor. Yo estoy muerta, yo no soy ya más que un espíritu; de otro modo no podría ver esto, pues esto no existe ahora, y sin embargo existe ahora; pero no existe en el tiempo; en Dios no hay tiempo; en Dios todo es presente; yo estoy muerta, ya no soy más que un espíritu». Mientras me asaltaban aquellos pensamientos tan extraños, escuché una voz que me decía : «¿Qué te puede importar eso? Mira y adora al Señor, que es eterno y en quien todo es eterno».
Vi entonces a Ménsor que sacaba de una bolsa, colgada de su cintura, un puñado de pequeñas barras compactas, pesadas, del largo de un dedo, afiladas en la extremidad y brillantes como el oro; era su regalo, que colocó humildemente sobre las rodillas de la Santísima Virgen al lado del Niño Jesús. Ella lo tomó con un agradecimiento lleno de gracia y lo cubrió con un extremo de su manto. Ménsor dio aquellas pequeñas barras de oro, virgen porque era muy sincero y caritativo, y buscaba la verdad con un ardor constante e inquebrantable.
Después se retiro, retrocediendo con sus cuatro acompañantes, y Saír, el Rey cetrino, se adelanto con los suyos y se arrodilló con una profunda humildad, ofreciendo su presente con palabras conmovedoras. Era un vaso de oro para poner el incienso, lleno de pequeños granos resinosos, de color verdoso; lo puso sobre la mesa delante del Niño Jesús. Saír dio el incienso, porque era un hombre que se conformaba respetuosamente y desde el fondo de su corazón, a la voluntad de Dios y la seguía con amor. Se quedó largo rato arrodillado con un gran fervor antes de retirarse.
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Fue beatificada por  Juan Pablo II en 2004.

Fuente: http://www.hjg.com.ar/txt/relig/ace_reyes.html