Incoherencia aleatoria y caos ambiental ( micro-ensayo)
Juan B. Lorenzo de Membiela
Baltasar Gracián escribió en 1649 acerca del hombre: «[…] Ni la
naturaleza ni el ser humano conocen un estado de permanente reposo; no hay
estado estático sino continua mutabilidad en todo, o se crece o se declina,
desvariando siempre de tanto variar […]».
Lo que el humanista Gracián declara es la constante
adaptación del hombre al medio que lo rodea.
Adaptación a la continua evolución
de la naturaleza, ajustando y perfeccionando
sus capacidades a los requerimientos de una vida imprevisible (o cuántica).
Característica aplicable a las organizaciones humanas.
No olvidemos que algunos defensores de esta doctrina
defienden que las clases sociales
superiores representan una evolución superior y por ello son más aptas para
la supervivencia (Mosca, 1984:121-2)[1].
Aunque esta tesis, objetivamente
analizada, ofrece una explicación darwinista de los distintos estratos
sociales, no es menos cierto que la
sociedad precisa de todos, con independencia de su posicionamiento
evolutivo, para lograr su supervivencia.
Otra interpretación distinta nos
llevaría a la desaparición como especie, pues la selección absoluta que produce
la perfección solamente sería alcanzable por tan pocos que haría inviable la
existencia.
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Además lo perfecto solamente
se aprecia cuando concurre con lo imperfecto y al alcanzarse la total perfección la competencia selectiva solamente
produciría la autodestrucción.
Como expone Wilson,
el hombre es un ser eusocial, es
decir, capaz de generar alianzas, por dos motivos[2]:
a) La
selección basada en el éxito relativo de los individuos dentro de los grupos.
b) La
selección basada en el éxito relativo entre grupos, una mezcla compleja y
sutilmente calibrada de altruismo, cooperación, compensación, dominio,
reciprocidad, defección y engaño.
En el ámbito organizativo, por ejemplo, la pervivencia de una
sola corporación, nos sumiría en la tiranía de una oligarquía que antepondría
su interés al del hombre y con ello la negación de su dignidad.
Las relaciones de los seres vivos con el medio circundante
comenzó en Darwin, pero la fundación científico-metodológico de la ecología
alcanza, a penas, un siglo de duración, y fue propuesto por Haeckell, usando la palabra griega «oikos» que corresponde a medio
ambiente.
Se habla de la biología de grupos de organismos y sus procesos
dinámicos e interactivos de estos entre sí y de todos ellos con su entorno
físico (Martín Mateo, 1977)[3]y este hecho viabilizaría su
aplicación a las organizaciones humanas.
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De este frenesí creativo que es la naturaleza, incoherente y aleatoria, se genera una creatividad no lineal. Para Ortega, sobre las tesis de Darwin, el
caos crea la organización y todo su progreso: su mantenimiento, su impulsión
constante son obra del desorden (Ortega,
1963:280)[4].
La teoría de la gerencia o administración basada en el modelo
natural de organización persigue la subsistencia en un ambiente incierto,
fluctuante e imprevisible sobre la
concurrencia de la auto reglamentación que espontanea o naturalmente pauta las
relaciones entre las partes y sus actividades.
La empresa es vista como un conjunto de partes interdependientes
que constituyen el todo: cada parte contribuye con algo y recibe algo del todo
lo cual es interdependiente con un ambiente más amplio. El objetivo básico es la supervivencia del sistema para lograr el
equilibrio y su estabilidad: las partes y los modos como se vinculan mutuamente
en interdependencia se determinan mediante procesos evolutivos (Chiavenato, 2004: 253)[5].
John Henry Clippinger III,
publicó en 1999, «La biología de la
actividad: descifrando la leyes naturales de la empresa»[6]
Una
hipercompetitividad y una constante convergencia de estrategias gestoras,
demuestran que las técnicas tradicionales han quedado obsoletas. Un nuevo
enfoque es demandado por la actualidad y sus principios se encuentran en la
ciencia de los sistemas complejos adaptativos.
Estos operan sobre los siguientes factores:
A) Retos empresariales del mundo real.
B) Gestión
del conocimiento.
C) Creación
de marca.
D)
Desarrollo de mercados, innovación de
productos y cambio organizacional.
Numerosas empresas han adoptado este diseño de gestión con
éxitos verificados: McKinsey & Co. , Capital One y Optimark.
Hablamos de gerencia biológica. Que es una teoría de la
gerencia científica opuesta a la burocracia y que la identifica, en esencia, con
la ecología de la selección, en donde desde una perspectiva temporal amplia, el binomio nacimiento-muerte, implementa los
inputs, evolución y supervivencia, en los organismos para adaptarse al entorno.
Un caso de ello lo encontramos en el empresario que ha
experimentado una evolución impulsada
por el medio con el que interactúa. De la previsión ha pasado a la
supervivencia. De la planificación a la innovación. Este cambio modaliza toda
la organización, de la gestión mecanicista o jerárquica ha pasado a otra
cooperativa, abierta, flexible y necesariamente creativa. No hay otro remedio que navegar en lo proceloso del momento y gestionar
siempre sobre una constante transformación del medio.
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Esta faceta es recogida por la bióloga evolucionista Dr. Elisabet Sahtouris, consultora en Living Design Systems, que aplica el
éxito de los sistemas biológicos al diseño de organización de empresas y
gobiernos.
Es destacable la comparación de la empresa con el
funcionamiento del cuerpo humano en donde resalta: «si estudias la naturaleza,
verás que hasta en tu propio cuerpo hay
una economía altamente desarrollada, que es totalmente cooperativa, que
utiliza dinero distribuido de forma gratuita (sin esperar que se lo
devolvamos), que lo recicla todo, que colabora con los cien billones de
células, cuya complejidad es similar a la de una ciudad humana» (Revista
«Athanor», noviembre de 2011, núm.
90).
Concurren en su análisis la teoría de la evolución de Darwin, basada en la competición y la
teoría de Kropotkin, basada en la cooperación (diario «La Vanguardia» de
14 de noviembre de 2011)[7].
Su pronóstico, hoy, es
taxativo: «[…] ante esta crisis que es
biológica o cooperamos o nos extinguimos […]».