Apuntes históricos de la Feria de Albacete (2024).
Juan B. Lorenzo de Membiela.
Es desconocida y poco reconocida la repercusión histórica que para Albacete tuvo la concesión por Felipe V del privilegio de «franca» a su feria . La España del siglo XVIII estaba en tránsito entre la gloria militar de un Imperio herido a un reino ilustrado, barroco y racionalista, con serios problemas económicos y deficiencias sociales. En el escenario internacional, la guerra de Sucesión entre Borbones y Austrias costó la pérdida de las provincias de Flandes, territorios en Nápoles, Milán y Cerdeña, dados a Austria; Sicilia y parte del Milanesado a Saboya y la cesión a Inglaterra de Gibraltar y Menorca.
En el doméstico, el cambio dinástico introdujo esperanzados proyectos ilustrados que entre muchos, resalto, el saneamiento económico del reino. Una estrategia económica poco conocida, pero relevante en su contexto histórico y en las costumbres derivadas del Fuero Juzgo y Las Partidas, fue el auto firmado por el Rey en 4 de diciembre de 1705, declarando:
«[…] quienes fundasen fabricas estarían en el favor real, sin que el manejo de dichas fábricas fuese obstáculo para conservar o alcanzar la nobleza o para ostentar cualquier carácter que tuviesen los hijos-dalgo de Castilla […]».
Quizás originado por la suspensión de pagos del Estado declarado en 14 de octubre de 1704
En 1749 comienza la construcción de los primeros «caminos carreteros» .
Hasta esa fecha no existían vías de comunicación entre núcleos de población. Los caminos causarán, que villas , aldeas y cortijos abandonen el autoabastecimiento generado por la incomunicación: las carretas, coches de colleras, galeras y calesas, constituían la logística necesaria para crear comercio e industria.
A finales del siglo XVIII se amplía el camino real Madrid—Valencia. Atraviesa la villa por las calles de los Baños, Tinte, Plaza de Carretas y Santa Quiteria. Es destacado por autores lo excelente de la vía, mejorada en 1761, a su paso por Albacete. Tráfico de bienes y tráfico de personas, sometido este a imperativos administrativos de regresar el mismo día a plena luz o de presentar fiador o vecino en la localidad a donde se dirija que respondiera de su conducta.
Las ferias o mercados eran una oportunidad única para el comercio, precursores mercantiles que producían riqueza e intercambio cultural entre villas. Tributaban a la Corona.
Pero las llamadas «Ferias Francas», eran un privilegio o merced real que exoneraba la contribución a la Corona. Por ello se comprende que la concesión del Privilegio real de «Feria Franca» a la de Albacete, dado por Felipe V en 6 de marzo de 1710, constituyó un hecho sobresaliente, no solo religioso y comercial sino también social por las interacciones que se producían entre personas de diferentes lugares. Como recoge la Real Provisión confirmatoria de 3 de agosto de 1716, sancionada, a su vez, por la de 7 de septiembre de 1761, se mandó que no se exigiera ni llevase maravedís ningunos ni otra cosa a los comerciantes y mercaderes que concurrieran a la Feria con sus géneros y mercancías por razón de permiso, licencia o postura de los géneros que fuesen a vender a ella ni sobre ello se hiciera causa a dichos comerciantes ni vejación de que tuvieran justo motivo.
La importancia local y la relevancia económica en general de nuestra Feria Franca es recogida por Pérez García comparándola con la de otras villas y ciudades permitió a la villa triplicar sus beneficios en pocos años. El comercio de la feria lo constituía el ganado, tanto mular como lanar, granos, legumbres, quincalla, loza, tejidos varios, lino, cáñamo, esparto, navajas, cuchillos, puñales y especias tanto nacionales como extranjeras.
La concesión de la Merced Real obedeció a dos causas:
Primera, la adhesión inmediata del Ayuntamiento al nuevo monarca en 5 de diciembre de 1700: Nada más hacerse público el testamento de Carlos II, se ordenó fijar edictos para conocimiento de todos los ciudadanos y soltar la campana del reloj . No mucho más tarde, se aportaría ayuda financiera y de milicia frente a la pretensión de archiduque D. Carlos de Austria.
Segunda, la devoción a N.ª S.ª de Los Llanos desde tiempo inmemorial.
El culto a nuestra Patrona es previo a la dominación árabe. Simón Pardo afirma que la Virgen fue escondida por los cristianos de lo que hoy es Albacete cuando España fue invadida por los árabes en el s. VIII. Olvidado el escondrijo por la erosión de los siglos, se halló, después de la reconquista, en un paraje conocido como «Los Llanos».
Brevemente, sobre el origen de la talla mariana, Sánchez Ferrer, con remisión a Villalba y Córcoles en su Pensil del Ave María de 1730, expone la conexión de N.ª S.ª de Los Llanos con el apóstol Iacobus o Santiago, llamado «el Zebedeo».
Si a este relato nos atemos, y no hay razón documentada que lo impida, el origen de la imagen y su culto posee una entidad histórica y religiosa de magnitud. Sánchez Torres, lo completa trascribiendo una tradición referente al hecho de su descubrimiento: «[…] el labrador que halló la imagen la llevó a su casa, pero la figura volvió al lugar del hallazgo y así dos veces más. Informado el clero, se interpretó el suceso como signo claro del lugar en donde debía edificarse la ermita […]».
Este hecho, legado de la tradición, es recogido en el Misal del 50.º aniversario de la Coronación de la Virgen de Los Llanos celebrado en 2006 en Albacete en el parque de Abelardo Sánchez. Hay que aclarar que la actual imagen no es la originaria, datándola, según Sánchez Ferrer, en el s. XVII; presenta rasgos del barroco español.
Se edificó una ermita en el sitio del hallazgo en 1627, en un paraje llamado «Los Llanos» , visitada por multitud de fieles, dada su fama de milagrosa, que se extendió por provincias hoy, lindantes con la de Albacete, e incluso en Guadalajara.
Los PP. Franciscanos construyeron un Convento en 1672 contiguo a la ermita, trasladando la imagen de N.ª S.ª de Los Llanos a su convento en una capilla al efecto construida. Los Llanos, por aquel entonces, era un cruce de caminos que, según Santamaría , pertenecía al término municipal de la noble villa de Chinchilla hasta que pasó a Albacete entre 1568-1569.
El monasterio convertido en custodio de la imagen sacra junto a la afluencia de fieles originó un mercadillo antecedente de la actual feria.
Trascurrido el tiempo, las diferencias entre los PP. Franciscanos y el Ayuntamiento de Albacete sobre la ubicación de la feria, patentizaron un conflicto resuelto por el Supremo de Castilla a favor del Concejo municipal. Decisivo en este pleito fue la intervención de D. Pedro de Cantos, que además construyó unas lonjas en los «ejidos» o «eras» del paraje de su propiedad llamado de Santa Catalina. La plaza Mayor no ofrecía espacio suficiente: En Santa Catalina se celebrará la feria de modo definitivo desde 1783.
Pero las romerías populares seguían celebrándose en Los Llanos. Según García-Saúco, tras la desamortización de 1836 se suprimió el Convento franciscano y el Ayuntamiento de Albacete reclamó para sí, la imagen y sus pertenencias, que fueron depositadas en la Iglesia de San Juan Bautista, en una hornacina en el retablo barroco que desapareció.
El Ayuntamiento adquirió las lonjas construidas por D. Pedro de Cantos y pretendió su reforma a través de un proyecto arquitectónico realizado por D. Lucas de los Corrales y Ruiz, en 1771. No llegándose a edificar, en 1783 se ordenó al maestro arquitecto D. Josef Jiménez la construcción del edificio ferial – el que podemos ver hoy— concluyéndose en 1784, esta vez bajo la dirección del arquitecto D. Antonio Cuesta.
El coste de la obra ascendió a 107.783 reales y 5 maravedís.
El tipo de arquitectura responde a la de los grandes mercados del siglo XVIII, de tipo cerrado y con casetas en el interior. De este estilo se construyeron en Italia del norte , en el Véneto, Crema y Verona y en el Milanesado, Bérgamo. Fuera de Europa, en la Puebla de los Ángeles (actualmente Los Ángeles, California, EE. UU.) y en Potosí (Bolivia). Siguiendo a Bonet Correa, se cree que existía un busto de Carlos III en la puerta central.
La imagen mariana desde entonces se trasladará cada año desde la Catedral de San Juan Bautista al recinto ferial, de modo definitivo y continuo.
En 1875 se creó la Asociación de la Virgen de los Llanos, siendo honrada con el título de «Real» por merced de Alfonso XIII en 1917.
Cabe resaltar por último que fue el culto mariano, el que ha salvado a la feria en diversos años por la propagación de enfermedades. La villa de Albacete sufría de una insalubridad recurrente. Las aguas quedaban estancadas y su descomposición generaba epidemias de tifus y cólera. Blanch e Illa, sitúa en 1500 cuando se tiene noticia de la primera epidemia producida por sus aguas procedentes del manantial llamado «Ojos de San Jorge».
Desde aquel entonces las inundaciones fueron frecuentes. Llegando a rodear la villa de Albacete, situada en lo que hoy es Villacerrada. Inundando sótanos y cuevas, problemas hidrológicos que fueron paliados por los diversos reyes de la Casa de Borbón hasta entrado el siglo XIX. Estos incidentes hídricos condicionaban la supervivencia en esta villa y el éxito comercial de la feria. La solución definitiva, recogida por el geógrafo danés Malte-Brun, fue la construcción del canal Real por Carlos IV, conocido por canal de María Cristina , de una longitud de 5 leguas equivalentes a 27,8 km..
En conclusión, la Feria de Albacete en honor a N.ª S.ª de Los Llanos es más que un acto comercial y lúdico. Además de su dimensión religiosa, es el símbolo de una ciudad que durante siglos ha luchado para conseguir y mantener la Virgen perdida y hallada y reconocer en ello su linaje como ciudad. Pocas cosas hay en esta tierra con tantos siglos y ello merece una reflexión personal, sincera... y no la indolencia de lo políticamente correcto.
Frente a una globalización que genera vidas horizontales con tristes matices grises, vidas desperdiciadas, en suma, es posible que encontremos en esa historia una razón, quizás una sospecha de esperanza, que nos ilumine sobre lo esencial y no sobre lo efímero circunstancial.
Todo es cuestión de valentía, también de libertad y de verdad, en momentos en que no abundan ni lo uno ni lo otro.
Malte-Brun, C., Geografía universal física, histórica, política, antigua y moderna, p. 328 y ss..