El arcano del crecimiento económico ( 2 min.)
Por
Juan B Lorenzo de Membiela
El fenómeno de la empresa no es únicamente la
concurrencia de guarismos indicativos de ganancias y pérdidas, de productividades
o ineficiencias. Las organizaciones hoy poseen un impacto en la sociedad que va
más allá de una simple relación crematística. Hay implicaciones relevantes
porque la empresa mediatiza al hombre en su dinámica productiva y ello compromete
al hombre social y al hombre familiar.
La exigencia de eficiencia se cierne sobre las
empresas para alcanzar mayor competitividad. Padecemos los efectos de una
globalización que ha desplazado a la Europa de las metrópolis, convirtiéndonos
en un continente presionado por los bajos costes de producción que otras
potencias extranjeras obtienen en Asia y África.
El reto es importante: Mantener un estado de
derechos ciudadanos sin un soporte económico sólido y previsible a un medio
plazo. Soporte interno y de la Unión Europea. Equilibrar una situación que no
se domina por ser ajenos los inputs a nuestra voluntad. Supone, prácticamente,
intentar resolver el viejo arcano de la cuadratura del círculo.
Quizás sea posible por la concurrencia de la
tecnología, la calidad de las estrategias empresariales y por un ambiente social
que invita al emprendimiento. Una invitación que siempre debe ser aceptada con decisión
pero con cautelas.
Todo negocio lleva un componente aleatorio que puede
resultar positivo o negativo, comprometiendo patrimonio propio y ajeno.
Sin olvidar la calidad en el trabajo de los
directivos que sepan romper rutinas para que fluya la buena innovación y ello incremente
la productividad para crecer económicamente. Que no es fácil, tampoco
comprendido.
Se necesita de un nuevo enfoque de la formación que
apartándose del aislamiento teórico se nutra de la práctica directiva, de la experiencia
y del talento del líder con carisma, de quien nace para ser empresario. No en
vano, la declaración previa hecha por el FMI y expuesta en Madrid en junio de
2015 enfatiza el papel del empresario: «Las empresas españolas tienden a ser más pequeñas, menos
productivas y menos orientadas a la exportación que las de sus pares europeos […]
»[1].
Las referencias históricas lejanas o no, como la
crisis de 1929, o la recuperación de la Europa de la postguerra, demuestran que
el lance es factible porque este viejo continente ha superado decisivos retos.
Encrucijadas que han permitido mantener viva la sociedad occidental y dar paso a
altas cotas de confort, si bien con distinta intensidad dependiendo del país.
Modo de vida, de cualquier manera, que se ha exportado a otros continentes como
paradigma de civilización moderna. Con sus ventajas y su amarga decadencia.
Spengler habló de la lealtad para épocas complejas:
«La lealtad es lo que más precisa el mundo en esta época de las grandes
catástrofes. Solamente lo que ofrece resistencia puede servir de apoyo […]»[2].
Sin
embargo, para que exista lealtad debe haber coherencia y esta no puede existir
cuando todo se supedita al poder que por su naturaleza exige vilezas difíciles
de explicar aunque estén refugiadas bajo terciopelos o tras bellos tapices. La
disciplina prusiana, aquella anhelada por Napoleón, acabó con Federico «El
Grande» y creo que desapareció…