La libertad del miedo
por
Juan B. Lorenzo de Membiela
El miedo es identificado por sociólogos como instrumento del que se valen las
organizaciones para alcanzar sus
objetivos. Para Elías, la violencia y
el miedo son caras activa y pasiva de la coacción[1].
Tambien el miedo exterioriza el poder
de la élite. No importa el sistema politico , tampoco la ideología en su amplitud. La democracia produce miedo porque genera dolor. Cabe que sea un miedo más socializado , más amable porque es menos rudo, pero no deja de ser un miedo que coacta.
Frecuente
que sea indicativo del grado de dominación sobre una comunidad. Rasgos de un sistema en donde la persona se reduce a un input productivo prescindiendo de su dimensión humana. Se
cosifica, y con ello, se liquida su libertad que es tanto como sustraerle la
dignidad en provecho de un automatismo
de carácter impersonal e
inhumano, producto de los sistemas, de las burocracias. De los aparatos y de la
artificialidad – de los mensajes- en
palabras de Havel[2].
Reducción del «concepto persona » equiparándolo a cosa.
Los
intervencionistas, como alude Hayek,
atacaron la idea « metafísica » de
los derechos individuales, postulando para
un mundo racionalista, la inexistencia de derechos personales[3] y por
ello privando al hombre de su
individualidad, componente de su dignidad.
Pero esto representa
un contraste inquietante: sin
dignidad « parece que un hombre que sólo es un hombre pierde
precisamente las cualidades que permiten a los demás tratarlo como a su
semejante »[4].
De ahí a
apropiarse de lo que es verdad o no, lo
que De Koninck denomina « el poder de la verdad »[5], es derrapar hacia postulados totalitarios.
Excluyentes de la libertad, sea intelectual, sea jurídica, sea social o
política… Se
legitima la fuerza bruta, física o mental.
Sin límite.
Asfixiando
cualquier soplo de dignidad preludio de oposición al sistema…aunque sea sólo una expectativa, una probabilidad, un destello
impreciso en un horizonte oscuro.
Es lo que se
ha llamado « el furor de la
devastación »: el « misterio de la iniquidad »
justificando el mal como
bien o
la desvalorización del hombre
como persona.
Ya Sciacca expone la encrucijada que el individualismo genera en
una sociedad en donde lo colectivo mediatiza todo lo demás[6].
Y entonces, ¿dónde está la persona? ¿ y sus derechos?
Porque lo « humano » tendrá un
distinto contenido dependiendo del
concepto que se le dé[7]. Es el pecado de la polisemia
legislativa sobre conceptos que, en su
origen, sólo tenían uno y
definitivo.
La
problemática fue expuesta por
Hayek respecto a los «
esquemas morales», que
dependen de la diferente
estima que el ser humano asigna a sus semejantes en función de su personal
comportamiento[8].
La indefinición
que se busca y que se intenta
implantar no es otra cosa que un
relativismo de corte nihilista: desvalorización de todos los valores que conduce
a una tiranía amoral.
Si todo carece de sentido se compromete la
razón de una sociedad y la dignidad del hombre que la integra.
Se merman las bases de Occidente. Se causa su declive
y vulnerabilidad letal frente a otras
culturas vigorizadas por una emotividad ebria de derechos pero sin
deberes.
Dos resultados
puedo diferenciar:
Uno, la degradación de la sociedad que potencia
un individualismo vulnerable a los
miedos.
Dos, regreso a la primigenia atávica del instinto y con ello, a la
implantación de un modelo social construido sobre la fuerza, la lesión, la humillación, la herida y la
muerte.
En ese
momento el hombre dejará de ser persona
o tal vez nos encontremos con el llamado por Rincón Serrano « hombre complejo»: al
hombre que se le permite una
cierta esquizofrenia para aceptar cambios de comportamiento y de
valores a medida que cambian esas organizaciones[9]
Ello no significa
otra cosa que el sometimiento del hombre a la organización y sus valores, rechazando los propios y convirtiéndose, por ello, en un
ente dual, productivo, consumista y mecánico. Un robot biologico con vida pero sin alma.
Como destacó Joan
Alfred Martínez en 1998 en su recensión
a un estudio de Romanet y Aguirre[10], el
miedo al futuro y al desamparo dibuja un panorama construido sobre las siguientes características:
a) Regresión intelectual por el ascenso del
irracionalismo.
b) Vulgarización y
uniformización de los contenidos culturales en pro de los intereses
comerciales.
c) Relativismo
cultural que, bajo la coartada de defender la multiplicidad de culturas,
atomiza los valores y socava la idea de
unos derechos humanos universalmente válidos, amenazando incluso a aquéllos ya
reconocidos e instituidos.
d) Búsqueda de
identidad por el desarraigo general que motiva una crisis conceptual e intelectual.
e) Progreso
material sin progreso moral.
En definitiva: Futuro social
sin ética humanista,sin justicia ,sin belleza, sin bondad y sin verdad.
Todas estas facetas son identificables hoy.
En este contexto sólo el resurgimiento de la
responsabilidad humana, destaca Havel, puede resistirse al automatismo
irracional de la devastación, impersonal y amoral.
Responsabilidad
que no depende de declamaciones institucionales sino del desafío silente de lo cotidiano.
Lo insignificante cobra un
protagonismo rotundo, imprescindible. Ahora se comprende el valor de los cientos de hechos insignificantes que se abandonaron por su escaso valor o por un desprecio producto de la arrogancia. Y ahora se entiende cómo lo mínimo supedita a lo máximo.
[1] Béjar Merino, H., La sociología de Norbert Elías: Las cadenas
del miedo, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 56,5, p. 76.
[2] Havel,
Václav, La politique et la consciencie, en « Essais politiques », Calmann-Lévy,
Paris, 1989, p. 246.
[3] Hayek, F., Camino
de servidumbre, 4 ª reimpresión, Alianza editorial, Madrid, 2006, p. 120.
[4]
Arendt, H., The Origins of
Totalitarianism, Harcourt Brace Jovanovitch, 1973, Nueva York, 1973, pp.
299-300.
[5] De Koninck, T., De la dignidad humana, Instituto de Derechos humanos Bartolomé de
las Casas-Universidad Carlos III-Dykinson, Madrid, 2006, pp. 33-4 nota 17.
[7]MagíasQuiros, J.J., Manual de Derechos Humanos, Thomson-Aranzadi, Pamplona, 2006, p.
25-5 con remisión
a PérezLuño,
A., Derechos humanos, Estado de Derecho y
Constitución, Tecnos, Madrid, 1999, p. 136.
[9] Rincón Serrano, A., El individuo y las organizaciones, Ecobook, Madrid, 2006, p. 261.
[10] Martínez, J.A.,
recensión sobre «Aguirre, M., y
Ramonet, I.: Rebeldes, dioses y
excluidos. Para comprender el fin del milenio, Icaria, col . Más Madera,
Barcelona, 1998 » .Anuario
de Filosofía del Derecho, 2000, t. XVII, pp. 555-58.