Sobre el perverso fin de una
independencia inviable (micro-ensayo).
por
Juan B Lorenzo de Membiela
Se debatía la importancia
de la ética de la responsabilidad en las gestiones políticas. Responsabilidad
sobre actos presentes que producirán efectos en un futuro. Es una idea explicada
por Max Weber sobre los fundamentos humanistas de Kant.
Aquellos gobernantes
que la asumían son llamados hombres de
Estado, porque sacrificaban el interés de un presente pasional por un futuro
racional en provecho para toda
una comunidad.
Hoy, la obstinación de
los momentos quiebran expectativas brillantes y prósperas.
Ocurre lo que Giddens
llamó «corrosión del carácter»: lo responsable como categoría moral se difumina
y se pierde toda perspectiva espacial, social y económica.
Bajo esta situación la diversidad ideológica desaparece, la
libertad de la persona se embarga y la ley queda relegada a simple testimonio
escrito.
Engaño/verdad y
totalitarismo/libertad se presentan en un mismo oleo sin matices cromáticos. Y ello da paso a la ingeniería del
aniquilamiento del disidente. Frente a
lo absoluto no puede existir lo particular. Frente a una ideología independentista
no puede coexistir otra distinta.
No hay alternativas.
Solo
nada.
Solo miedo.
Pensamiento único, no más.
La convivencia necesita un orden acotado por un Estado Social y de
Derecho cuyos valores de libertad e igualdad del art. 1.1º de la Constitución impidan cualquier tipo de terribilitá y cualquier tipo de exención
en el cumplimiento de la ley.
Y ello debe ser así porque como dijo Rousseau en 1755: « Si se encuentra
en un pueblo un solo hombre que no esté sometido a la Ley, todos los demás
están sometidos a éste » .
Idéntico a lo que Nixon, sobre las palabras de Lincoln, declaró: «Nadie
está por encima de la Ley, nadie está por debajo de la Ley».
Sin ley, sin Constitución, los principios
sociales, jurídicos y humanistas se tornan indefinidos provocando
una inconsistencia
cognitiva que no es otra cosa que un relativismo de corte nihilista con una
desvalorización de todo que conduce a una tiranía amoral.
Si
todo carece de sentido, se compromete la razón de ser de una sociedad y la
dignidad de las personas que la integran.
Y en esas circunstancias se olvida lo
prioritario, que el hombre es un fin en sí mismo, como razonó Kant, y todo lo que
atente a su dignidad debe quedar relegado como artificial y producto del egoísmo
y lo impositivo irracional.
No debe exigirse a la política nada de lo
que yo, como persona, no pueda exigirme. Y no puedo exigirme prescindir
e ignorar al amigo, al familiar, al vecino, al ciudadano que disienta en su
modo de ver a un territorio integrado en una nación y esta, a su vez, en un proyecto europeo que avanza hacia la unidad para salvaguardar a todo un
continente.
El
nacionalismo en España es razonable, pero entendiendo que su razón de
existencia es precisamente su diferenciación con el resto de pueblos de España.
Sin España como criterio referente pierde su sustantividad, su justificación.Si rechazan a España se están rechazando a sí mismos.
Comentaba Montaigne
en el s. XVI que hay pasiones fantásticas e irracionales que han empujado no
solo a individuos sino a pueblos a desaparecer (Montaigne,2008:370).
Preámbulo de la decadencia
social es la persecución al ideológicamente disidente. Los «Gulag» y los Campos de concentración no menos que los suplicios selectivos que modernamente
se practican en comunidades son muestras de hasta qué extremo algunas sociedades cohabitan con
el arcano deleite de las tinieblas metafísicas del mal.
En momentos de incertidumbre la
altura del político de Estado debe prevalecer para alcanzar el bien común, que
no es otra cosa, que el interés general dentro de los principios
constitucionales españoles y derechos fundamentales europeos.
Esgrimir propaganda sobre hechos producidos por infringir una orden judicial no deja de ser demagogia . Solo el Estado retiene para si el empleo de la fuerza legitima que es diferente a soportar dia tras dia y año tras año la exclusión social que sufren quienes divergen del pensamiento único. Eso es violencia psíquica más perversa, más discreta, más silente que la física pero mucho más perniciosa en sus consecuencias.