La inflación alemana de los años 20 y sus consecuencias ( 3 min.)
Juan B. Lorenzo de Membiela
Muchos autores concretan en 1923 el año en que Alemania inicio una conversión sociológica; una catarsis nacional que se originó tras el « Tratado de Versalles ». Aquel tratado de 1919 que el historiador George F. Kennan define como « la madre de todos los desastres de siglo XX». Destruyó el Imperio alemán cediendo Alsacia y Lorena y la cuenca del Sarre a Francia, territorios septentrionales a Dinamarca y parte de la antigua Prusia al nuevo estado de Polonia (Coffin y Stacey, 2012:1071).
Pero lo más gravoso no fue la merma territorial sino las reparaciones de guerra que una comisión del Tratado las cuantificó en 269.000 millones de marcos.
John Maynard Keynes, por aquel entonces representante del Tesoro británico en el Tratado de Versalles, dimitió del cargo por esta causa. En su obra « Las consecuencias económicas de la paz », publicada en 1919, afirmó: « las reparaciones condenarán la tarea más importante de Europa: la reparación de la economía mundial ».
Porque Alemania no podría realizar las políticas adecuadas para el desarrollo del Estado si no puede financiarse a sí misma, hecho que sucedió al verse obligada a pedir créditos internacionales para el pago de las indemnizaciones: se le obligó pagar el 6% del PIB anual, algo imposible de cumplir.
Sí, el Tratado de 1919 puso fin a la guerra entre Alemania y el resto de naciones combatientes. Las condiciones impuestas lastraron duramente a Alemania conminándola a comenzar cualquier travesía a cualquier destino porque la palabra imposible dejó de existir. Este tipo de vivencias traspasaron la frontera de lo que cualquier pueblo puede soportar sin sufrir secuelas emocionales porque 1923 estremeció a Alemania (vid.Haffner, 2012:58-9).
En ese año Alemania dejó de pagar las indemnizaciones de guerra a Francia. El motivo fue su inflación generada por emitir su Banco Central cantidades masivas de dinero (Tugores, 2010:216).
En enero de 1923 el Índice de precios para el productor [(PPI) , (formula parecida al IPC)] se encontraba en 2.785% y en noviembre aumentó a 726.000.000.000 %.
La tasa de inflación anual había llegado a 35.000% mensual.
Para octubre de 1923, el 1% de los ingresos gubernamentales procedían de los cauces habituales, y el 99% de la emisión de nueva moneda.
Todos quienes tenían una cuenta de ahorro, una hipoteca u otro tipo de instrumento financiero vieron cómo se volatilizaban fulminante e instantáneamente. Muchos optaron por otras inversiones pero no encontraron los resultados esperados.
El coste de la vida no tenía fin.
Medio kilo de patatas que el día anterior costaba 50.000 marcos, al siguiente alcanzaba la suma de 100.000 marcos. Los salarios se pagaban varias veces al día porque era frecuente que los bienes subieran varias veces al día también (Tucker ,2001:296).Un sándwich alcanzó la suma de 6.000 dólares.
Un dólar que en 1914 cotizaba a 4 marcos, en 30 de octubre de 1923, alcanzó los 6 billones de marcos (Arenz, 2011).
La inercia y la confianza en las experiencias vividas dejaron de ser válidas y eran castigadas con el hambre y la muerte. Se subsistía mediante la improvisación, la acción por impulso y la alta adaptación a lo nuevo que sucesivamente concurría. Y todo esto era recompensado con una riqueza desmedida.
Como escribe Haffner, aparecieron numerosos bancos y con ellos, directores, casi adolescentes, sin formación ni experiencia, aunque ¿quién tenía experiencia en este tipo de escenario? Lo mismo que el último alumno de curso que se atenía a los consejos bursátiles de sus amigos lograba ganancias inauditas. La educación ortodoxa se mostro insuficiente para soportar esta nueva situación.
Era frecuente que los hijos mantuvieran a sus padres y celebraran fiestas con champaña y corbatas a lo Oscar Wilde. El gasto era inmediato porque de forma inmediata se devaluaba. Aparecieron multitud de bares y clubs nocturnos.
El amor también sufría inflación. Todos se dedicaban al amor con prisas y muchas ganas. Se produjo un estallido de ligereza despreocupada. Se prescindió del romanticismo y recibieron al cinismo con los brazos abiertos. La mendicidad se disparó y los robos se incrementaron vertiginosamente. (…) (Haffner, 2012:62-3).
Las reparaciones de guerra alemanas del Tratado de Versalles fueron liquidadas no hace mucho tiempo, concretamente en octubre de 2010, cuando venció el último plazo que ascendió a 70 mill. de euros (Diario « Cinco Días » , de 2 de octubre de 2010).
Pero lo importante para la dignidad de la persona fue lo que ocurrió en este periodo de entreguerras: De forma visible fueron expuestos los sufrimientos de más y más personas para quienes, de repente, dejaron de aplicarse las normas del mundo que les rodeaba. Se asumió el cinismo y la hipocresía como reglas sociales. Y todo ello originó una desintegración de la vida política junto a un odio penetrante hacia todos y hacia todo (Arendt, 2011:386-7).
De ahí a que el hombre sea sometido a otros intereses ajenos a su fin como persona solamente hay una tenue divisoria. De ahí a que el hombre se vuelva contra sí como implosión de su zozobra solamente hay un instante, insensato; una fugacidad de momento, que todo lo cambia.
Hoy, con una sociedad que erige en el desprecio su jerarquía ¿Quién puede esperar alguien de algo… tan impropiamente humano? La conversión del hombre y, el ya convertido, puede esperanzar o no. Pero solamente quienes hayan sufrido lo extremo pueden saber lo que ningún otro ser ha sentido nunca y entonces percibir el hálito de la sabiduría, que transforma vida y valores.
Hoy, y ante esta situación de desencanto, cabe recordar a Omar Jayyam, en su cuarteta CXLVII:
« (..)Cuando te exaspere el resplandor del día, y cuando anheles que una
noche eterna se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño […]».
Del libro:
Autor: Juan Lorenzo de Membiela.
Del libro:
Fundamentos de recuperación empresarial
Ampliar
Autor: Juan Lorenzo de Membiela.
ISBN: 978-84-16063-05-5
Páginas: 202
17 x 23 cms.