Innovatio ( 2 min.)
por
Juan B Lorenzo de Membiela
Las empresas burocráticas están sometidas a ley de la supervivencia: la eficiencia lleva a las
organizaciones a cambiar pues, si no, son reemplazadas por
otras más eficientes (Douma y Schreuder, 2004:300-1).
Se
trata de la ley de la selección natural de las especies de Darwin:
los fuertes se mantienen, los débiles desaparecen. Cuesta admitir esta fórmula biónica máxime
cuando la empresa, como sistema, no se limita a una simple ecuación
fabril porque trasciende al hombre y a su entorno.
Este
aspecto motiva que los directivos asuman la responsabilidad de aprender las
inercias de la crisis, las oportunidades escondidas, la exploración allende
lo conocido, ir más allá de lo convencional, romper sujeciones
sociales que limitan perspectivas, tirar lastre por la borda
de las rutinas... Adentrarse en la
tempestad para palpitar con el fulgor de la furia…
La
innovación, hoy, es una opción necesaria como nueva esperanza en una sociedad que ha dejado de creer en los números.
Sea introducir algo
nuevo, sea mejorar lo que ya se posee, redefinir lo usado, restaurar lo
desechado, inventar lo inventado… Ya lo advirtió Kierkegaard: «
el genio lo puede todo y, sin embargo, está pendiente de una bagatela, de una
bagatela que nadie llega a ver, pero a la que el mismo genio le confiere
con su impotencia un poderoso significado (…) » («El concepto de la angustia».
2012:181).
En términos semejantes, para Hamel, los innovadores prestan mucha atención a las pequeñas
cosas que ya están cambiando pero que en su mayoría han pasado
inadvertidas para los partidarios incondicionales de la industria (2012,95).
Se
busca la « discontinuidad
emergente » ,
sea en tecnología, en estilo de vida, en valores, en geopolítica. En la
sospecha de cualquier indicio que genere una necesidad y por ello un
consumo.
El caso de Japón, aunque desconocido en España, puede ser
útil. Es analizado por Drucker y por Isao Nakauchi.
Antes de la Guerra del
Pacífico, la industria japonesa era
muy próspera sobre todo a partir de 1920. Contaba con empresarios que al margen del sistema habían
innovado y creado grandes empresas.
Estas
creaciones recibieron el nombre de « imitación creativa » ( «Tiempos de
desafíos, tiempos de invenciones»,1995:138).
Se perfeccionó lo ya inventado, se le dio más
valor, más calidad, más fiabilidad y en eso consistió su triunfo. Los
productos diseñados para funcionar por un tiempo corto obedecen a
estrategias nocivas porque lo duradero genera confianza y esto vende. Por una simple admiración al trabajo bien hecho.
Hoy,
ante la escasez de emprendedores, se anhela su presencia, porque el empresario
transformador no suele ser producto de facultades, escuelas o másters. Se
rememora al Sr. Ito Masotoshi, artífice de la venta minorista japonesa
durante cuatro décadas, a Honda, al Sr. Morita Akio, de Sony .
Lo
que ocurrió en Japón durante la era Meiji y lo ocurrido hace 50 años representaron
revoluciones culturales porque
se comenzaron travesías con una incomprensión financiera , con una burocracia obstruccionista y
con un Ministerio de Industria en clara oposición.
Se cuestionó
lo ortodoxo.
¿Quién,
si no valerosas personas, únicas, podrían enfrentarse a todo un sistema
y triunfar? Para estos líderes, el
problema de la incoherencia entre valores y visión nunca surge; no fue «
resuelto » sino « disuelto » (Senge, 2006:421).