El liderazgo de Truman y el arte de lo
posible
por
Juan B. Lorenzo de Membiela
Harrry Truman, 33º presidente de los Estados Unidos, no fue
un hombre con fuerte carisma, tampoco con
un leve carisma, pero sí poseía
el conocimiento vital de lo rural, la cadencia de los tiempos y un gran
conocimiento de las debilidades y fortalezas humanas. Accedió a la presidencia
en 1945 con una meta a alcanzar:
fundamentar las reformas que Roosevelt
propuso en el «New Deal » para superar
una situación económica comprometida.
Pero su llegada al poder y el marco internacional que
dibujó el fin de la II Guerra Mundial
provocó un cambio de prioridades. Generó una encrucijada que enfrentó a las necesidades de recuperación interna del país,
una situación mundial que comprometía el área de influencia americana,
militar y económica.
Y aquí converge la antinomia entre la ética de la convicción,
la debida conforme a la ideología y la circunstancia existente en un momento
determinado y concreto, generalmente sobrevenida o imprevista. Que puede
justificar por su gravedad una disonancia con la voluntad popular .
Surge, en este momento, lo que cabe denominar ética de la oportunidad
o razón de Estado, por la que se
jerarquizan las necesidades y las prioridades. Se produce, a raíz de esta
contradicción, la declaración de Bismark
para quien « la política es el arte de lo posible » .
Estas disonancias pueden ser
superadas, siempre, con soluciones creativas. EEUU ideó el «Plan Marshall» cuyo protagonismo en la
reconstrucción de Europa o parte de ella (España y Finlandia fueron excluidos),
fue decisiva. Este Plan fue presentado en la Universidad de Harvard en 5 de
junio de 1947 y aprobado por la Foreign
Assistance Act en 1948. El arte de lo posible convirtió las cenizas y las sombras
de la guerra en un espacio de
libre mercado que produjo, tiempo después, la Unión Europea.
Truman, según Peter Drucker, fue
el presidente más eficiente de los EEUU y sin embargo dista formalmente de
los líderes de hoy. Cliché diseñado
más por
películas que por realidades.
Alejado de toda estética su talento es reconocido por sus resultados, siempre
constructivos y contributivos a todo avance.
Aun la diversidad de gustos
y formas de percibir la vida,
todos los líderes coincidían en 8 prácticas: Preguntan ¿Qué hay que
hacer?, Preguntan ¿Qué le conviene a la empresa? , Desarrollan planes de acción,
Asumen la responsabilidad de sus decisiones, Asumen la responsabilidad de
comunicar, Se centran en oportunidades en vez de problemas, Conducen reuniones
productivas, Piensan y dicen «nosotros» en vez de «yo».
Las dos primeras persiguen información. Las cuatro siguientes
convierten ese conocimiento en acción eficaz. Las dos últimas comprometen a toda la empresa.
El liderazgo de Truman fue muy intenso por los especiales momentos
históricos que asumió. Fue rico en reflexiones que todavía despliegan su eficacia: El
liderazgo es el arte de persuadir a la
gente para que haga lo que ya debería haber hecho. O este otro: Si no puedes convencerlos, confúndelos.
O el más llamativo: Cuando tienes un
gobierno eficiente tienes una dictadura.
Puede ser una arista menos pública
del liderazgo aunque no por ello menos
necesaria. Así lo expresó Montaigne: No
hay que subestimar las malas artes porque sería mal comprender el mundo; yo sé
que el engaño sirvió frecuentemente de provecho y que mantiene y alimenta la
mayor parte de los oficios de los hombres. Vicios hay legítimos, como acciones
buenas y excusables ilegítimas.
Fue Truman quien impulsó una Europa unida y ahora comprendemos por qué el presidente Obama, defendió la campaña británica de permanencia en la Unión Europea.
De poco sirven las alegorías si no son comprendidas por quienes están obligados a conocer su historia.