Buscar este blog

sábado, 11 de junio de 2016

La ley de Parkinson y el infinito empresarial [( micro ensayo) ( 2 min.)]

La ley de Parkinson  y el infinito empresarial
por Juan B Lorenzo de Membiela


Notas:

Cyril Northcote Parkinson
Desaparición del Imperio incremento de empleados
Comodoro
Papeleo
Villar Palasí
Fritz Morstein Marx
Royal Air Force
Poul Meyer
Ley de Parkinson
Jordana de Pozas
Henry Minztberg
Práctica
Crecimiento de las organizaciones
Georges Langrod
Inventar trabajo para sus  subordinados

Texto:

La Ley de Parkinson o Ley de la pirámide ascendente  fue formulada por vez  primera en la revista «The Economist», en 1955. Publicada por Cyril Northcote Parkinson, catedrático de historia en la Universidad de Malaya,   bajo el título « La Ley de Parkinson y otros ensayos »  en Londres en 1957.  Condensa las experiencias obtenidas en dos organismos militares  británicos, aire y armada,   durante varios años. Observó cómo el  número de empleados del Almirantazgo y del Ministerio de Colonias aumentó en proporción directa a la reducción del número de unidades de la Armada británica y al proceso de desaparición del Imperio.
 Entre los años 1914 y 1928 la Armada británica  aumentó su escala auxiliar un 78% y sus oficiales en tierra y administrativos un 40%, aunque el total de personal descendió un 32% disminuyendo un 68% el número de  buques  de guerra en servicio.
Los hechos de la obra de Parkinson abarcan un amplio periodo temporal y comprende también  el  que provocó el martes negro de 1929. Por ello la idoneidad de referirse a la misma. Ello demuestra que nos encontramos con un fenómeno  sociológico, más allá de las crisis, bélicas o financieras, regímenes políticos o estructuras administrativas o empresariales.
Cuando Northcote Parkinson  estuvo en el ejército como oficial de Estado Mayor de la Royal Air Force,  recuerda: «  Éramos unos setenta en mi unidad. Para decir verdad, ninguno de nosotros hizo mucho por ganar la guerra. (…)Mandaba nuestra unidad un comodoro. Por debajo de él había un coronel. Por bajo del coronel, un capitán de Fragata. Luego venía yo: el mayor (…). Por una serie de circunstancias, el comodoro cayó enfermo, el coronel fue trasladado y el capitán de fragata se marchó. Y quedé yo.(…) De repente me di cuenta de que el trabajo resultaba diez veces más sencillo cuando todo el mundo estaba fuera. No había nadie que me corrigiera mi gramática y, por supuesto, nada de reuniones. Nada de papeleo (…) ».
Hoy  es  una ley y una serie de principios  postergados, relegados como   simple sarcasmo burocrático, sobre todo,  para autores de influencia norteamericana (Chiavenato, 2006:266)   y españoles (Morales, 2004:104). Sin embargo,  tuvo incidencia en España  en el ámbito de la función pública de  los años cincuenta, muy sensibilizada con temas de gerencia. El  catedrático  Villar Palasí la califica de « jocosa pero realmente inexorable »  (1965,85).
No debe olvidarse que fue respaldada por varios autores, entre algunos, por el especialista danés en ciencia de la Administración Poul Meyer; el  alemán, nacionalizado estadounidense, Fritz Morstein Marx y el  polaco, residente en Francia,  Georges Langrod.
Causó conmoción en el campo de la economía y del derecho de la Administración Pública a nivel mundial.
 Aún la tiene para algunos economistas,  referentes  obligados en la teoría de la administración  contemporánea, como Henry Minztberg  (2002:275) aunque en aspectos muy  determinados tales como el crecimiento de las organizaciones.
A pesar de ello,  la Ley de Parkinson obedece a la  práctica, a lo vivido. No son resultados de elucubraciones teóricas, y solamente, por ello, merece una atenta lectura.
El catedrático Jordana de Pozas, publicó en « Documentación Administrativa »  en 1959 algunos  principios que integran esta Ley. Son completados con anotaciones de otros  profesores (cfr.: Fernández, 1964,84).
La Ley de Parkinson  dice: Un  trabajo se expande  hasta ocupar  todo el  tiempo disponible para  su realización. Es decir,  cuanto más tiempo se tiene para ejecutar una actividad, más tiempo se tomará para  realizarla.
Los principios   de la ley son los siguientes:
1. Un directivo   desea siempre multiplicar el número de sus subordinados, pero nunca el de sus rivales. Y ello para darse más importancia dentro de la organización.
2.  Los trabajadores  se crean trabajo recíprocamente, sin utilidad. Es decir, la proliferación de  subordinados innecesarios produce, como consecuencia, una generación de actividades igualmente innecesarias.
3. Un jefe inventa siempre trabajo para sus  subordinados.
4. No existe ninguna relación, o muy escasa, entre el trabajo que ha de realizarse y el número de empleados  al que ha de encomendarse.
5. Siete hombres son capaces de causar a su jefe más trabajo que el que tenía cuando solía hacerlo él solo.
6. El tiempo utilizado en la discusión de cada asunto de una agenda está en razón inversa a la importancia del asunto en discusión.

7. La perfección de la estructura de la empresa solamente  se alcanza cuando la institución está a punto de colapsar.

8. Las organizaciones son imperfectas y sus objetivos solamente  se alcanzan muy tardíamente cuando ya son obsoletos.

9. Si el jefe de la organización no es uno de los mejores tratará de rodearse de empleados que sean peores que él, y a su vez, ellos, tratarán de tener subordinados que sean peores que todos.

10. Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos.

Uno de los puntos más controvertidos es aquel referido al crecimiento constante de la administración o empresa: con independencia  del volumen de trabajo, el personal de una gran empresa  aumenta en un porcentaje que varía entre el 5,17% y el 6,56%  al  año.
La obra de Parkinson causó numerosos estudios, entre ellos, el de  Mason Haire en 1959,el de McWhinney en 1965 y los de Blau y Schoenherr en 1971.
Fue Rushing, quien en 1968 descubrió que el crecimiento de las organizaciones afectaba a dos componentes distintos: el personal directivo disminuía mientras que el administrativo aumentaba. Ello obedecía al incremento  de la especialización en  la empresa.
Otra cosa es  si se alcanza  de este modo eficiencia o no. Para Blau y Schoenherr siempre se aumenta o en el peor de los casos, se mantiene. Pero sin duda, un exceso de aparato administrativo llegara un momento en que sea inasumible pues nada puede mantenerse en  el infinito (Mintzberg, 2002:279).
Y otra cosa será si la eficiencia es, hoy,  el culmen de cualquier  gestión. Peter Senge, por ejemplo, la califica como algo superficial  (Senge, 2008).