El crack de 1929 y las emociones financieras
por
Juan B Lorenzo de Membiela
La crisis de 1929 ha sido estudiada como manifestación de
una economía cíclica en tanto la concurrencia de comportamientos
financieros y económicos muy parecidos. Especialmente
el agotamiento de las oportunidades de inversión debido a una sobre expansión de la demanda consumista
y la inversión, el llamado « overshooting » (Kindleberguer, 2009:308).
Sus efectos durante los años
sucesivos nos muestran aspectos que concurren en la actualidad, aunque no
todos. En lo esencial, subsisten emociones que son permanentes, sea cual sea el momento
histórico, porque pertenecen a la naturaleza del hombre que se mantiene
inalterable. Y a ellas debe acudirse
para explicar comportamientos que pueden
parecer erráticos.
El ciclo que se repite está compuesto
por la crisis de liquidez, por presupuestos públicos extravagantes, por
disminuciones de precios que quiebran el sistema monetario, por una inversión bruta cercana a cero y, finalmente, por una apocalipsis
bancaria (Rostow, 1971:84).
Conocer circunstancias de 1929 y años
subsiguientes pueden ayudarnos a evitar
caer más profundamente porque saber nadar en las «formas» de la comunicación impide que los
«fondos » se sumerjan más en el
abismo.
Lo emotivo económico ha operado en sentido
positivo y negativo. Destacable como ejemplos:
El
miedo de los inversores a percepciones o noticias negativas
sobre la solvencia económica de un país.
No se trata de su autenticidad, tan sólo la constancia de un rumor equívoco, fútil. Se
generó pánico y ansiedad de liquidez que motivó la venta de valores
y divisas.
Ello ocurrió tras unas
declaraciones de Hoover en Des
Moines (Iowa, EEUU) el 4 de
octubre de 1932, cuando mencionó: «lo cerca que EEUU había estado de abandonar el patrón
oro (…) ».
Este comentario desató una
oleada mundial de especulación
financiera en contra del dólar.
Otro ejemplo, la cancelación de
depósitos en Nueva York en 1929 por inversores extranjeros y por bancos y corporaciones estadounidenses sin
motivo alguno. Ello generó pérdidas a inversores particulares. Éstos, a
su vez, para resarcir sus perjuicios, realizaron sus
hipotecas, provocando, en la mayoría de los casos, desahucios masivos.
El precio de la vivienda cayó rápidamente junto
a materias primas y automóviles. En agosto de 1929 se contrajo la venta
de vehículos, de 440.000 a 319.000 en
octubre; a 169.500 en noviembre y a 92.500 en diciembre (Butler, 1969).
b) Recuperación de la confianza.
Gran Bretaña recuperó la confianza de los mercados internacionales en la libra
en enero de 1932.
El gobierno británico anunció
que el Banco de Inglaterra cumpliría los pagos de los créditos en
el verano de 1931 sin mermar su stock de
oro. También informó el pago adelantado y voluntario del impuesto de la renta en
enero cuando debía hacerse en marzo (véase
el estudio de Einzing, P., « The Comedy of the Pound», 1933, p. 56).
La finalidad perseguida fue estabilizar la libra al valor oro pero también restablecer a Londres como centro financiero mundial
(Einzing, 1935), cosa que hoy, en el siglo XXI, se pretende en detrimento de
Alemania.
La sutilidad financiera no casa
con la realidad abrupta de unos hechos. Y de ello cabe deducir que el mercado financiero es sensible a la
simple sospecha, sin más. Las « políticas» de marketing sobre los ajustes financieros han podido ofrecer una
imagen de solidez económica que a la
postre ha dado resultados positivos.