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domingo, 12 de noviembre de 2017

Humanismo y la aniquilación de lo distinto (reflexión)

Humanismo y la aniquilación de lo distinto (reflexión)

por

Juan B Lorenzo de Membiela

En un mundo sin distancias, lo culturalmente  propio, con sus arabescos, taraceas y ornatos, cede ante simples y sencillos principios implantados: beneficio, productividad, mínimo coste y eficiencia[1].

Principios son, al fin y al cabo, en una sociedad, como aduce Lipovetsky  en donde el  mercado se impone y se enfatiza  la competencia económica  y democrática, la ambición de la técnica y  el consumo, la mercantilización a ultranza  (Lipovetsky, 2008:55)[2].

Pero ¿dónde están los valores humanistas? ¿Qué hay del espíritu, de la equidad,de aquello  que nos permite ponderar  lo cartesiano económico?¿Aquello que opera como sustrato  de la sociedad y  permite discernir entre lo bueno y lo malo?
Fuente: Pixabay. Licencia CCO

El aristotelismo, el tomismo y sus profundas huellas en el pensamiento occidental defendían  la primacía del espíritu en el hombre sobre lo material del mundo.

 El humanismo de hoy  deberá construirse sobre aquel legado nuevamente si no queremos caer en la tiranía marxista de lo social,  en el totalitarismo biológico de Freud. O en las graves consecuencias éticas del imperativo tecnológico que anunció Hans Jonas.

Existe hoy un individualismo aceptado voluntariamente que rechaza  lo comunitario, que no es humanismo inclusivo, sino excluyente. Un individualismo que retorna a lo primario. Reminiscencias etológicas de una involución social que atomiza lo grande de una comunidad instaurando el imperio de la manada, con su espiral destructiva hacia lo ajeno que es lo no propio.

Lo distinto, lo diferente es un peligro que hay que destruir porque  permanentemente nos está indicando limitaciones y deficiencias que sufrimos. Virtudes que no se  tienen  y perspectivas mas amplias que las egoístamente personales . Es una de las manifestaciones del totalitarismo que impera en la manada. El individuo claudica de su responsabilidad y libertad  y se instaura en la indolencia del clan.  Hay en esa actitud una pusilanimidad, una cobardía, un derrotismo como la expresada por perros cuando esconden el rabo entre sucias patas . 

El humanismo supone una visión más universal, más generosa, porque admite todo lo constructivo y rechaza lo devastador que impone su seducción bajo la amenaza de lo brutal.

Si la sociedad de hoy  se despoja  de referentes que inhiben   la vocación instintiva  del hombre, como claramente expone Etienne de La Boétie[3], si todos anhelamos vivir acorde con  intereses propios prescindiendo de los demás. En suma, si todos somos niños, como razona  Nussbaum (2012:30) [4] «La pregunta sería ¿dónde está el padre? Porque sabemos dónde estamos si uno de nosotros es el padre ».

Y si solamente hay clan ¿quien puede  pensar en un futuro socialmente responsable y fructífero?












[1]  Bernanke, B.S. y Frank, R.H. (2007): «Principios de economía », Madrid: McGraw-Hill.

[2] Lipovetsky, G. (2008):«Postmodernidad»: Madrid.

[3] De La Boétie, E. (2010): «El discurso de la servidumbre voluntaria », Madrid: Tecnos.

[4] Nussbaum, M. (2006): «El ocultamiento de lo humano: repugnancia, vergüenza y ley », Madrid:  Katz Editores.