Humanismo y la aniquilación de lo distinto (reflexión)
por
Juan B Lorenzo de Membiela
En un mundo sin distancias, lo
culturalmente propio, con sus arabescos,
taraceas y ornatos, cede ante simples y sencillos principios implantados:
beneficio, productividad, mínimo coste y eficiencia[1].
Principios son, al fin y al cabo,
en una sociedad, como aduce Lipovetsky en donde el mercado se impone y se enfatiza la competencia económica y democrática, la ambición de la técnica
y el consumo, la mercantilización a ultranza
(Lipovetsky, 2008:55)[2].
Pero ¿dónde están los valores
humanistas? ¿Qué hay del espíritu, de la equidad,de aquello que nos permite ponderar lo cartesiano económico?¿Aquello que opera como sustrato de la sociedad y permite discernir entre lo bueno y lo malo?
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El aristotelismo, el tomismo y
sus profundas huellas en el pensamiento occidental defendían la primacía del espíritu en el hombre sobre lo
material del mundo.
El humanismo de hoy deberá
construirse sobre aquel legado nuevamente si no queremos caer en la tiranía marxista
de lo social, en el totalitarismo
biológico de Freud. O en las graves consecuencias éticas del imperativo
tecnológico que anunció Hans Jonas.
Existe hoy un individualismo aceptado
voluntariamente que rechaza lo
comunitario, que no es humanismo inclusivo, sino excluyente. Un individualismo que retorna a lo primario. Reminiscencias etológicas de una involución social que atomiza lo grande de una comunidad instaurando el imperio de la manada, con su espiral destructiva hacia lo ajeno que es lo no propio.
Lo distinto, lo diferente es un peligro que hay que destruir porque permanentemente nos está indicando limitaciones y deficiencias que sufrimos. Virtudes que no se tienen y perspectivas mas amplias que las egoístamente personales . Es una de las manifestaciones del totalitarismo que impera en la manada. El individuo claudica de su responsabilidad y libertad y se instaura en la indolencia del clan. Hay en esa actitud una pusilanimidad, una cobardía, un derrotismo como la expresada por perros cuando esconden el rabo entre sucias patas .
El humanismo supone una visión más universal, más generosa, porque admite todo lo constructivo y rechaza lo devastador que impone su seducción bajo la amenaza de lo brutal.
Si la sociedad de hoy se despoja de referentes que inhiben la vocación
instintiva del hombre, como claramente expone Etienne de La Boétie[3],
si todos anhelamos vivir acorde con
intereses propios prescindiendo de los demás. En suma, si todos somos
niños, como razona Nussbaum (2012:30) [4]
«La pregunta sería ¿dónde está el padre? Porque sabemos dónde estamos si uno de
nosotros es el padre ».
Y si solamente hay clan ¿quien puede pensar en un futuro socialmente responsable y fructífero?
[1] Bernanke, B.S. y Frank, R.H. (2007): «Principios de economía », Madrid:
McGraw-Hill.
[2]
Lipovetsky, G. (2008):«Postmodernidad»: Madrid.
[3]
De La Boétie, E. (2010): «El discurso de la servidumbre voluntaria », Madrid:
Tecnos.
[4]
Nussbaum, M. (2006): «El ocultamiento de lo humano:
repugnancia, vergüenza y ley »,
Madrid: Katz Editores.