Lo directivo y lo cuasi directivo (micro-ensayo)
Juan B. Lorenzo de Membiela
Nadie discute que la
dirección concentra un potencial competitivo
respecto a los demás elementos
empresariales que condiciona su éxito o su fracaso. Lo competitivo depende
de su capacidad para explotar, combinar y potenciar los recursos que
disponga y eso queda condicionado por la capacidad directiva.
Si esta afirmación es correcta, tambien lo es
que cada empresa tiene una actividad diferente con objetivos distintos al
abarcar diferentes sectores de producción. Hasta hace poco tiempo se creía que los
conocimientos de un directivo para dirigir empresas eran generalistas . Desde esta óptica el directivo era voluble, acomodando sus
experiencias a cada tipo de empresa, independientemente su objeto.
Esta creencia produjo
considerables pérdidas en EEUU en donde desde la segunda mitad de los años cincuenta proliferaron directivos con formaciones en
derecho o finanzas lo que supuso uno de los motivos del declive norteamericano
en las últimas décadas.
En vez de promover e impulsar las tecnologías del
producto y procesos en la empresa, los directivos optaron por preocuparse por aquellas materias de
las que eran expertos: bien la gestión
de la tesorería, bien los procesos de fusión y adquisición.
El resultado fue
una reducción continuada de la productividad empresarial norteamericana frente al auge imparable de los japoneses como expone Abernathy[1].
Frente a ello, nuevos estudios
arrojaron la necesidad de cambiar el tipo de dirección clásico por otra en la
que se obliga a conocer la naturaleza de la organización, la importancia de
la tecnología y las capacidades de producción.
En este punto, la importancia de
la dirección comenzó a ser considerada el recurso más crítico y escaso de las
empresas. A ella se deben nuevas formas organizativas como las estructuras
divisionales [2] que fomentaron,
en su momento, la explotación de economías de
escala y de gama.
La dirección tiene que ver con la
asignación, coordinación y movilización de los recursos con los que cuenta
cualquier actividad organizada[3].
La aparición de la gerencia como institución
social es un hecho insólito por su
rápida configuración y establecimiento. Rara vez en la historia de las
sociedades una institución ha mostrado
su necesidad tan rápidamente, con tan
poco oposición y tan mínima controversia.
La gerencia como entidad social básica, posee dos connotaciones:
1. Es
consecuencia de la civilización.
2. Es
materialización de creencias y valores de
occidente como la de tener control sobre
la subsistencia del hombre mediante la
organización sistemática de los recursos económicos. Esa tarea está encomendada a los gestores como órgano de la sociedad responsable de
hacer productivos los recursos (Peters, 2011:11-2)[4].
Concurren muchos trabajos que estudian el puesto directivo pero muy pocos profundizan
en él.
El caos directivo. Fuente: Pixabay. Licencia CC0 |
Se reiteran generalizaciones sin mayor sistemática que el resaltar
aspectos muy concretos omitiendo otros decisivos y complejos y privando al estudio, con ello, del
rigor preciso.
Sune Carlson (1951)[5],
profesor de la Escuela de Economía de Estocolmo , en la presentación de su
estudio sobre cómo repartían su tiempo
nueve directivos suecos, declaró:
«Esta literatura se preocupa más por las especulaciones generales sobre las funciones de los ejecutivos que por la descripción de lo que de hecho hacen […]»
Tesis reiterada por Mason Haire
(1959)[6]:
«Se sigue prestando mucha mayor atención al comportamiento y motivaciones de los trabajadores a destajo y administrativos […] Prácticamente carecemos de estudios sobre lo que hacen en realidad los directivos […] ».
Indefinición argumentada en el
estudio de Campbell (1970:476)[7]:
« […] El impedimento radica, naturalmente, en nuestra incapacidad actual para definir y medir los requisitos de la tarea directiva. La descripción del comportamiento laboral directivo sigue a un nivel infinitamente primitivo. El campo del comportamiento directivo sigue siendo una masa esencialmente indefinida».
El problema en que incurre la
literatura, incluso cuando se construye sobre
estudios sistemáticos, es la tendencia a centrarse en un aspecto del directivo
excluyendo a todos los demás.
Para Mintzberg existen muchos
trabajos sobre el directivo como líder y como promotor de decisiones pero en pocas ocasiones concurren ambas facetas para generar una
visión global del trabajo (1991:31)[8].
La idea de empresario y del
empresariado surge en el pensamiento económico con gran dificultad. Matiza
Raga Gil que la figura del empresario no fue siempre conocida y comprendida[9], aun tratándose de una figura clave para la subsistencia de empresas.
Es más, es inexplicable, como
razona Mark Blaug, que la ciencia de la empresa no haya dedicado estudios a
figura tan esencial, encontrando en este hecho una razón para justificar vacíos tan significativos [10].
Sin duda, el recorrido histórico
que se expondrá en un posterior estudio mostrará que los motivos son filosóficos y apriorísticos. Los
primeros en cuanto a una concepción newtoniana
de la sociedad y economía[11]
; El segundo a una priorización intelectual dirigida a resultados económicos
finales sin atender a otros fenómenos que no sean materialización de la
productividad […] .
[1] Abernathy, W.J. y Wave, K., (1974):
«Limits of the Learnining Case », Harvard Business Review.
[2]
Daft, R., (2010): «Teoría y diseño organizacional », México DF: Paraninfo
Cengage Learning y Bueno Campos, E. (2007): «Organización de empresas.
Estructura, procesos y modelos », Madrid: Pirámide, pp. 233 y ss. y De Miguel,
E., (2005): «Introducción a la gestión (management)», Valencia: Universidad
Politécnica de Valencia, p. 258.
[3] Cuervo
García, A. (2008): «Introducción a la Administración de Empresas», Madrid:
Civitas, pp. 140-1.
[5]
Carlson, S., (1951): « Executive Behaviour: A Study of the Work Load and the
Working Methods of Managering Directors», Estocolmo (Suecia): Strömbergs.
[6] Haire, M., (1959): «Moderm
Organization Theory », Nueva York: Wiley.
[7]
Campbell, J. P., Dunnette, M. D., Lawler, E. E. III, y Weick, K. E. Jr., (1970): «Managerial
Behavior. Performance
and Effectiveness», Nueva York: McGraw-Hill.
[8]
Minztberg, H., (1991): «La naturaleza del trabajo directivo », Barcelona: Ariel
economía.
[9]
Raga Gil,T. (1982): «Proceso económico y acción empresarial. Homenaje a Beltrán
Flórez», Editorial Moneda y Crédito, Madrid, 1982, pp. 598-9.
[10]
Blaug (1985): «La Teoría Económica en Retrospección». Fondo de Cultura
Económica, p. 31.
[11]
Claver Cortés, E., Llois Taverner, J., Lloret Llenares, M y Molina Manchón, H.,
(1998): Manual de Administración de empresas, 4ª Edic., Civitas, Madrid, 1998,
p. 61.