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miércoles, 23 de noviembre de 2016

A D. Juan Córcoles Sánchez, jubilado de la Tesorería de la Seguridad Social de Albacete (articulo homenaje) .

A D. Juan Córcoles Sánchez, jubilado de la Tesorería de la Seguridad Social de Albacete (articulo homenaje) .

por

Juan B Lorenzo de Membiela
Ex director provincial del INSS y TGSS

Toda una vida dedicada al servicio público supone una vida entregada a los ciudadanos. Si, además, el servicio ha sido eficiente, encontramos a un funcionario ejemplar. Son muchos años los que ha estado en el servicio público y varios los puestos ocupados.  

Ha vivido un trozo importante de historia de la Administración del Estado en Albacete que nutre  la cultura de la ciudad.

Pero no escribo estas líneas para elogiar expedientes personales. Vivimos tiempos tan imperfectos que cualquier perfección invita a la sospecha. Y la simple sospecha en mero indicio y el inconsistente indicio en verdad suficiente que confina al titular del mérito.

Más allá del formalismo, del documento oficial, hay muchos matices que dibujan una forma de asumir la vida y un carácter para resistirla cuando el viento rola de costado. De esto quiero hablarles. De aquello que es intangible como el valor y de aquello que habita en el claustro de la conciencia.

Quiero glosar lo que el tiempo olvidará, porque no se pudo recompensar de otra manera:  bien porque no quiso; bien porque no se pudo. Agradecer una entrega que fue brillante, sacrificada, doliente y creativa.

 Asir, al menos, un «aura leve de recuerdos» que puedan divisarse bajo el silencio del olvido porque «Quien no participa del riesgo y de la dificultad no puede pretender el honor y el placer que acompañan a los actos arriesgados […]». Es así. Lo grande de construir, de dar lo hondo de si, consiste en recordar lo que un día se hizo para extraños con sacrificio propio.

Y una vida entera dedicada al servicio implica muchas privaciones. Más, para un hombre como el actual que con muchas opciones de ocio está impedido de disfrutarlo. La inmediatez, lo instantáneo, la velocidad de un vivir sin más fin que la velocidad misma poco puede nutrir al «hombre espíritu» y sí imprimir inercias insuperables al «hombre máquina».

Años de amistad con Juan me han permitido averiguar la profundidad de su temple y la transparencia de un ánimo sin sombra. Descubrir la lealtad aún en la adversidad, el compañerismo en todo momento y una generosidad en cualquier lugar. Son rasgos que le honran, sin duda.

La jubilación marca, para muchos, el final de una vida profesional. El comienzo de un tiempo para el que no hay pruebas selectivas, ni contrato laboral con periodo de prueba. Muchos no encuentran sentido a esta nueva situación. Nadie prepara para ello y me parece un error dejarlo todo a merced del tiempo. 

De una pura actividad a otra total pasividad hay una distancia larga. Demasiado contraste que puede distorsionar su disfrute. Es la paradoja de la gestión empresarial hoy: personas comprometidas, tan eficientemente con el trabajo, que se convierten en un «homo laboris» existencial. Ello excluye al «homo ludens» y con él, la riqueza de la cultura que es lo lúdico.

La jubilación es tiempo para lo lúdico, tiempo para la cultura, tiempo para la socialización del trabajador más allá de las fronteras de su empleo. Y eso, como dijo Heráclito, supone otro sol para los hombres instruidos.

Conozco a Juan y puedo afirmar que, en su jubilación, podrá disfrutar de muchos soles que colmarán merecidamente su vida.


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